Es evidente que la
condición de cobarde tiene muy mal cartel, que te asigna el papel de ser una
persona pusilánime, sin valor, ni espíritu; pero por ejemplo ser pusilánime
implica la falta de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar
cosas grandes. Eso me hace pensar que la cobardía más que una condición es una
carencia.
Al menos así nos lo
presenta la RAE al definir la cobardía como falta de ánimo y valor, es decir la
ausencia o carencia de dichos elementos, esto me sugiere que la pelea hemos de
enfocarla no en el destierro de la cobardía, que es un resultado, sino en el
fomento del ánimo y el valor para superarla.
El ánimo “de
acometer” sin duda exige esfuerzo, energía, intención y voluntad y el valor
precisa de la resolución de acometer nuevas empresas incluso afrontando ciertos
riesgos y dudas, la cuestión es ¿Qué nos impide desprendernos de lo que nos
condiciona y coarta?
Todo ello me
conduce a un nuevo concepto limitante que nos paraliza o condiciona, este no es
otro que el miedo, pero… ¿Qué causa el miedo que te aboca a la cobardía? El
miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño que puede
ser real o imaginario. El miedo es un recelo o aprensión que alguien tiene de
que le suceda algo contrario a lo que desea.
Como ya describí en
una entrada anterior, el miedo es una emoción dolorosa, motivada por la
sensación de proximidad de un peligro, un peligro que efectivamente puede ser
real o imaginario; el miedo es un instinto común a todas las personas del que
nadie está totalmente libre y viene acompañado del deseo de evitarlo para
escapar de una amenaza. Estos temores que brotan de nuestro interior van a
condicionar nuestras actitudes ante la vida, yendo desde la simple timidez
hasta el pánico exacerbado, pasando por la alarma que puede llegar a atenazar
nuestro ser y hacer.
Sentir miedo no es
ser cobarde, ser cobarde es no hacerle frente. Cuanto antes empieces a
suministrarte el antídoto, mayores serán las posibilidades de parar el proceso
de paralización y aumenta la probabilidad de romper las cadenas que te impiden
avanzar ante las cosas, ante los demás y, lo más importante, ante ti mismo.
El antídoto se
llama determinación, alimenta la firmeza de carácter y tonifica nuestra
voluntad, la determinación es algo así como la vitamina que afianza nuestra
capacidad para tomar decisiones incluso ante temerosos casos de duda.
Si hay cobardía es
porque hay un miedo, si hay miedo es porque hay un recelo o aprensión de lo que
pueda suceder y ese es el momento de elegir entre quedarte atrapado en el
inmovilismo o de tomar una decisión, de afrontar las consecuencias de nuestra
elección y sin obsesionarnos por el posible resultado, pues sea cual sea, si
somos capaces de gestionarlo siempre nos dejará un legado.
El proceso de
sanación, bueno mejor utilizaré el de superación para evitar connotaciones que
puedan parecer exotéricas, es un proceso que requiere dos fases de terapia, una
inicial de choque a base de determinación para impulsar la toma de decisiones y
una preventiva de mantenimiento, consistente en aplicar sobre los resultados la
reflexión desde la humildad y la autocrítica y no solo analizando lo que hemos
hecho o no, sino si las expectativas eran razonables.
Las personas no
nacemos cobardes, no es una herencia genética, la cobardía es una conducta que
nos sobreviene por una u otra razón y toda conducta es modificable, pero
modificar una conducta exige modificar hábitos lo que a su vez precisa de
compromiso y esfuerzo.
Me ha gustado tu blog ya que no entendía bien la cobardía y me has aclarado.Enhorabuena
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