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domingo, 26 de mayo de 2013

PESIMISMO UNA TOXINA NADA DESEABLE



El pesimismo es un estado de ánimo que comparte postura con una doctrina filosófica que afirma que vivimos el peor de los mundos posibles, un mundo en el que nuestro destino es pretender lo que nunca tendremos. El pesimista es propenso a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable, suele ser una persona depresiva, criticona, disconforme y quejosa. El pesimista no solo se garantiza el auto sufrimiento, sino que con su actitud contagia y complica la vida de los que están a su lado; como diría mí añorada madre, se complace en poner palos en la rueda.
Creo que nadie pondrá en duda el hecho de que a lo largo de nuestra vida habremos de hacer frente a situaciones difíciles de sobrellevar y de superar, pero la realidad se puede apreciar desde ángulos muy diferentes, que nos proporcionan distintos puntos de vista y en la medida en que nuestra perspectiva sea más amplia, más posibilidades tendremos de acometer problemas, única conducta que nos conduce a soluciones pues los problemas no desaparecen solos, el tiempo únicamente los enquista o adormece.
Sin embargo, la fuerza del pesimismo reside en la enfatización de los elementos negativos que se pueden encontrar en todo proceso, minimizando con ello toda probabilidad de salir airoso; desde luego esta no es una postura realista como el pesimista cree, es más bien una visión miope al empeñarse en ver solo lo negativo y esconde una gran falta de confianza en uno mismo e incluso en los demás.
Si cayese al cauce de un rio bravo y caudaloso intentaría salir y si no puedo gritaría con todas mis fuerzas pidiendo ayuda, una vez acabado todo, si mi talante es optimista daría gracias por la suerte de que alguien me oyese y pudiese rescatarme, aprendiendo además una lección: la próxima vez deberé tener más cuidado no sabía que un rio bravo y caudaloso podía suponer tanto peligro. Pero si mi condición es la de pesimista mi proceder se quedará en reconocer que estoy gafado, lo nefasta que es mi suerte o que voy a ser el hazmerreír de los amigos y no aprenderé ninguna lección.
Las experiencias nada agradables pueden suponer un anclaje al pasado y un inhibidor de experiencias futuras al condicionarnos, mediante ciertas dosis de temor ante posible situaciones de apariencia placentera, pero que filtraremos en exceso hasta percibirlas con desconfianza y reserva, sin embargo el único antídoto es el optimismo y la creatividad junto al atrevimiento de exponernos a ciertos riesgos.
“Qué más quisiera yo que ser optimista, pero la vida me ha hecho ser realista”. Afirmación perniciosa basada en que las personas son como son y que cualquier esfuerzo por cambiar el carácter es inútil, afirmación falsa y que simplemente esconde una renuncia al esfuerzo y compromiso de cambiar.
Es cierto que la personalidad de cada uno se compone de elementos básicos adquiridos en los primeros años de nuestra vida, pero se moldea una y otra vez con conductas aprendidas y sobre estas se puede trabajar. Todos creemos ser de un modo determinado, pero solo es suficiente una mirada retrospectiva a los últimos cinco o diez años para comprobar cómo hemos evolucionado o transformado algunos de nuestros comportamientos ¡Y si la vida nos cambia! ¿Por qué no podemos hacerlo nosotros de forma voluntaria?
Una buena parte de tu responsabilidad personal deberá decidir entre permitir que te instales en la amargura, el pesimismo y el desinterés, o que cambies esa tendencia en beneficio propio y de todos aquellos que te rodean.

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