En una o más
ocasiones de nuestra vida hemos contemplado o nos han contado determinados
acontecimientos que nos animaban a calificarlos de increíbles: ¿Admiración?,
¿Asombro?, ¿Incredulidad?...
Según la RAE
increíble es un adjetivo que expresa aquello que no puede creerse
o es muy difícil de creer, pero también es un término que en sentido figurado
lo aplicamos a sucesos extraordinarios y lo utilizamos para referirnos a cosas
que causan nuestra admiración o sorpresa, es como si le otorgásemos un plus a
lo admirable o sorprendente, mostrando nuestra sensación de asombro.
Sin embargo también podemos utilizarlo para mostrar
cortésmente nuestro escepticismo, ¡No sé, parece increíble!, esta expresión deja
una puerta abierta a la duda mientras que los términos como admirable o
sorprendente reflejan una total aceptación de lo visto o sentido.
¡No sé, parece increíble! Si al final lo acontecido resulta
mostrarse con toda solvencia tendremos una fácil salida: “parecía imposible
pero ha sido fantástico”, salvamos nuestra duda y reconocemos el mérito de la
hazaña que nos llevó hasta la vacilación, de esta forma nuestra equidad y
sentido común no han sufrido ningún tipo de desgaste.
¡No sé, parece increíble! Por el contrario si lo
aparentemente asombroso va poco más allá de un mero espejismo, nuestro
argumento cobra fuerza y nos permite exteriorizar nuestra afirmación: ¡Ya decía
yo que era increíble!, logramos reafirmar nuestro criterio eludiendo haber
tomado una postura brusca y precipitada, aunque al final los acontecimientos
nos hayan dado la razón.
En ambos caso y aunque pueda considerarse una paradoja se
repite una misma conducta, esta no es otra que la mesura o la cautela y es que
la duda o el desconocimiento nunca pueden determinar nuestra opinión como si de
datos objetivos se tratasen.
Cabe
mencionar que la asertividad es una conducta de las personas, una forma de
expresión consciente, clara, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar
nuestras ideas y sentimientos sin la intención de herir o perjudicar, actuando
desde un estado interior de autoconfianza, en lugar de la emocionalidad
limitante típica de la duda, la ansiedad, la culpa o la rabia.
Pero la asertividad solo tiene sentido desde la seguridad
personal, desde el conocimiento preciso de los hechos, si estos no nos
acompañan el empecinamiento es el peor de los aliados, si carecemos del aval de
los hechos que nos permitan contrastar la veracidad de algo, la prudencia
debiera aconsejarnos una fórmula intermedia entre la contundencia de nuestra
opinión o la dejación de la misma.
La locución adverbial “parece” asociada al adjetivo
“increíble” nos brinda un equilibrio y una oportunidad, una gran ocasión al
permitirnos mostrar nuestro respeto hacia los demás y serenidad en nuestro
análisis aunque mantengamos alguna reserva, pero la frase ha de ser completa
¡No sé, parece increíble!, y ha de ir acompañada de un compás de espera y una
disposición abierta con madurez, suficientes para esperar posibles
verificaciones y aceptar cualquiera de los resultados sin merma alguna de
nuestra autoestima.
La duda no es contraproducente, tenemos derecho a dudar,
pero ese derecho solo resultará legítimo y razonable en la medida en que
respetemos a los demás, dudar implica juzgar y un déficit en el crédito que
concedemos a algo o alguien, pero si hay juicio hay titubeo o indecisión y es
ahí donde es preciso tener cautela.
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