Hace tiempo que
pude comprobar lo habitual que resulta la utilización de ironía y sarcasmo como
sinónimos, probablemente yo no estaré exento de haberlo hecho también, es más,
si utilizas la opción de “Revisar:
Sinónimos” de Microsoft Word comprobarás que identifica ironía como
principal sinónimo de sarcasmo y viceversa.
Sin ninguna duda
ironía y sarcasmo comparten elementos o se sitúan como conceptos nada alejados,
pero caben los suficientes matices que incluso en su proximidad les diferencia
de manera importante.
Tanto en la ironía
como en el sarcasmo encontraremos humor e ingenio, o así debería ser, la
contrapartida está en la diferencia, el sarcasmo resulta ser un tipo de ironía
y no la ironía misma, al menos es como nos los presenta la RAE.
Para la RAE la
ironía es una burla fina y disimulada, consiste en una figura retórica que
consiste en dar a entender algo distinto de lo que se dice, para ello se
utiliza con delicadeza el contexto, la entonación o el leguaje corporal.
Sin embargo al
referirse al sarcasmo lo hace mediante la calificación de suponer una burla
sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o
algo, lo que sin duda refleja una brecha conceptual más que considerable
respecto a su supuesto o pretendido sinónimo.
Pero en la familia
del ingenio, con mayor o menor capacidad de descalificación, podemos encontrar
otros conceptos como sátira o retintín, reconociendo en la sátira una censura
agria, áspera y mordaz y en retintín ese tonillo y modo de hablar que se
utiliza cuando se pretende zaherir a alguien. También podríamos encontrar
cierta carga de ironía o sarcasmo en expresiones de las que solemos decir ¡Vaya
puya que le ha metido!
Al final, ironía,
sarcasmo, sátira, retintín, puya y algún término más que podríamos encontrar
configuran un laberinto lingüístico que nos haría difícil definir cuál de
dichas figuras retóricas estamos utilizando, aunque como casi siempre lo menos
importante es la etiqueta y es que nuestra conducta la marca nuestra
intencionalidad y no la denominación que merezca.
En mi opinión,
ninguna de las fórmulas mencionadas está exenta de humor e ingenio, pero
podríamos hablar de un ingenio y humor de cierta dulzura, de cierta condición
agridulce o de indudable sabor amargo.
Otro aspecto que
deberíamos tener en cuenta es que tanto la ironía como el sarcasmo varían en
función del emisor y del receptor, no hay una fórmula uniforme o universal para
construir un juicio irónico o sarcástico y además la interpretación de dichas
expresiones vendrá afectada por la forma de ser y pensar de quién lo recibe.
Personalmente
apuesto por la ironía, siempre que sea desde la elegancia y el respeto, pero
sin caer en el abuso, una utilización desmesurada, a diestro y siniestro, acabará
por resultar molesta y nos puede hacer caer, ante los demás, en el engreimiento
y faltos de humildad, pensemos que en la ironía también hay una buena dosis de
juego, aunque este sea de palabras y no podemos ir por la vida jugando de forma
permanente.
Alegres y felices
siempre, pero juguetones solo a veces, pues en la vida hay múltiples
situaciones de las que ocuparse con seriedad, compromiso y responsabilidad.
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