Verás, esto es muy
sencillo; es más que probable que todos nosotros en algún momento nos hayamos
hecho la pregunta de si nos gustaría vivir una vida algo diferente, un poco
diferente o muy diferente de la que estamos viviendo.
En realidad tras
esta pregunta hay una mayor o menor carencia, y nuestro estado de ánimo está
reflejando esa ausencia que suele coincidir con la falta o privación del nivel
de felicidad anhelada, estás ante algo distinto a lo que te gustaría estar, lo
que te hace desear un cambio o soñar con él.
Son múltiples las
situaciones que pueden colocarte ante tal inquietud, algunas de ellas sin duda
pueden ser:
- Percibir frustración por no estar viviendo lo que verdaderamente te entusiasma y sentir cierta saturación por la tolerancia hacia tu cotidianidad.
- Sentirte rodeado de personas con las que realmente no te sientes identificado.
- Encontrarte cansado de vivir conforme a los “deberías” de los demás.
- Persistir en relaciones personales o laborales insatisfactorias que te conducen a considerarte en un laberinto sin salida.
- Esperar y confiar que algo, algún día, tal vez… cambie tu realidad o tu entorno para sentirte en paz y feliz.
- Etc.
¡Estás añorando un
cambio!, pero mientras hay ocasiones en que está en tus manos lograrlo, otras
no; desde luego las cosas no cambian solo por desearlo y en muchas ocasiones
promover el cambio no depende de nosotros. Lo que sí está en nuestras manos es
modificar algunas de nuestras expectativas, ese cambio nos debe conducir a
experimentar nuestra vida de forma diferente.
Lamento no poder
dar una fórmula mágica, pero mi pócima personal me funciona: “Vivo alineado con
mi verdad, con paz interior, desde el entusiasmo de lo mucho o poco que poseo e
independientemente de las circunstancias que a veces se muestran hostiles o
incomprensibles”.
Soy consciente de
que mi pócima puede pareceros una utopía, pero ¿No es mayor utopía confiar,
esperar o desear, que las cosas sean diferentes, por el paso del tiempo?
Nuestra etiqueta de
seres racionales debería dotarnos de la capacidad de priorizar la racionalidad
sobre la radicalidad, ello nos permitiría cambiar algunos de nuestros
paradigmas, lo que nos conferiría la capacidad de interpretar nuestra vida de
forma diferente.
Esto me lleva a
nuevas preguntas: ¿Mi concepto de la felicidad es razonablemente alcanzable?
¿Soy un elemento pasivo en espera de la felicidad o peleo por ser el
protagonista? ¿Cuál es mi aportación real en esa búsqueda? ¿La culpa es de las
circunstancias o de mis expectativas?
Es evidente que no
tengo esa fórmula mágica a la que antes me refería, pero preguntas no me faltan,
de lo que muchas veces adolecemos es de respuestas e incluso que las respuestas
sean totalmente sinceras y meditadas, respuestas que busquen la verdad y no la
justificación de cómo nos sentimos.
Pero desear y
perseguir la felicidad es absolutamente lícito, aunque resulta conveniente no
olvidar que no solo depende de los demás, la felicidad no es un fruto que
cuelgue de un árbol próximo, la felicidad exige compromiso, esfuerzo y a veces
renuncia, pero también responsabilidad y honestidad con uno mismo, y no olvidar
que podemos ser más grandes que las circunstancias en las que nos movemos.
¡OS DESEO UNA
VERDADERA FELICIDAD!
No hay comentarios:
Publicar un comentario