RICOBLOG

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domingo, 29 de julio de 2012

SI TE IBAS NO TE OLVIDES DEL IVA


Como el año pasado, agosto será un mes de “cerrado por vacaciones” para Ricoblog, pero no quiero irme sin dejaros una última reflexión.
En estas fechas algunos ya han regresado de sus vacaciones, otros están en ellas a punto de terminarlas, y muchos las iniciarán próximamente, pero la gran mayoría deberá estar a punto en septiembre y con obligaciones ineludibles, como: Inicio del curso escolar de los hijos, reincorporación al trabajo, algunas reposiciones domésticas, abastecer la despensa, etc.
Por eso no haríamos bien en ignorar que el 1 de septiembre entrará en vigor una subida del IVA, subida que desde luego no vamos a poder evitar, sin embargo, disponemos de algunas opciones para diferir o amortiguar su efecto. Por ejemplo:
  •    Aprovechar que en agosto hay un múltiple número de centros comerciales y establecimientos que ofrecen rebajas y aun no sujetas a la próxima subida del impuesto.
  •     Preparar el “cabás” de vuelta al colegio: Pido disculpas por utilizar dicho término, ha sido un arrebato romántico de mi época, pero me refiero al material escolar. Es cierto que algunas exigencias escolares necesitan esperar a septiembre y serán presas de la subida del impuesto, pero otras no, artículos que pasarán del 4% al 21% que hoy llevan la etiqueta de “uso escolar”, como algunos cuadernos, las ceras, la plastilina o los forros de los libros, incluso otros con menor subida (del 18% al 21%) pero también necesarios como lápices, bolígrafos, compás…
  •     Regresas de vacaciones y lo haces con la voluntad de incorporarte al trabajo con una imagen impecable, quieres visitar la peluquería y en algún caso la óptica para graduarte la vista y cambiar tu modelo de gafas, en ambos caso si lo haces en agosto pagarás un 8% de IVA, si lo haces en septiembre será el 21% o de un 10% en tu nueva graduación.
  •   Te fuiste de vacaciones pensando que algún electrodoméstico como la lavadora, el microondas, el lavavajillas o el frigorífico necesitaba un recambio que afrontarías a la vuelta, pues bien la diferencia entre hacerlo en agosto o en septiembre es pagar el 18% o el 21% sobre su precio de venta.
  •    ¿Y la cesta de la compra? Las hortalizas, el pan, la leche y los huevos mantendrán el tipo reducido, pero la carne y el pescado, así como los alimentos elaborados, tendrán un encarecimiento del 3%, y no podemos olvidar los productos de limpieza e higiene personal que también elevarán su tipo impositivo.
Cada una de estas cosas pueden suponer un coste adicional soportable, pero si te ves inmerso en más de una de ellas su acumulación puede llegar a adquirir cierta importancia. Y esto solo son algunos ejemplos de muchos otros que cada uno puede llegar a identificar y que en la medida de que puedan ser gastos efectuados en agosto en lugar de septiembre, supondrán un ahorro para unas economías sin duda hoy fuertemente castigadas. Cualquier gasto presumiblemente necesario en septiembre, si puedes adelantarlo a agosto te supondrá un ahorro ¡SUERTE!
¡Ah! Y hasta la vuelta… Recuerda que Ricoblog no tiene IVA por lo que no te costará más en septiembre.

miércoles, 25 de julio de 2012

AÑORANDO LA CALIGRAFÍA


Si nos referimos a “La Caligrafía” como concepto, deberíamos admitir al menos dos acepciones, la que describe el conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona y el arte de escribir empleando bellos signos, es decir utilizando una escritura artística y correctamente formada; la primera pasa desapercibida en el día a día y la segunda se encuentra en peligro de extinción.
Tengo la impresión que en la actualidad tan solo la cultura china sigue concediendo una gran importancia a la caligrafía; una caligrafía fundamentada en la belleza estética y visual de sus “ideogramas” así como sus técnicas de realización y basada en preceptos metafísicos de su cultura tradicional, al menos esa impresión tuve durante mi estancia en tan inacabable país.
La caligrafía occidental potenciada en la Edad Media mediante los escritos que sobre pergamino, fundamentalmente en alfabeto latino, realizaban los monjes copistas, inicia su declive hacia 1450 cuando Johannes Gutenberg inventa la imprenta consiguiendo que la tipografía adquiera predominancia sobre la caligrafía facilitando la difusión de libros y documentos.
El siguiente enemigo de la caligrafía, aunque el menos lesivo de todos ellos, fue la aparición del bolígrafo y aunque es cierto que no la impedía, la velocidad de escritura que permitía y su comodidad de uso fue desplazando la escritura reposada de la pluma, ya fuera estilográfica o de plumín y palillero, favoreciendo la transición de un desfile de letras legibles y cuidadas en un desfile de garabatos como procesión de patas de hormigas mal avenidas que a veces los hacía ilegibles.
Un paso que resuelve el problema de esas escrituras descuidadas y difícilmente legibles, pero definitivos enemigos de la caligrafía, vienen de la mano de la aparición, en primer lugar de la máquina de escribir y posteriormente del ordenador, también aparecen los llamados teléfonos inteligentes los que salvan la caligrafía sacrificando la ortografía y que nos proporcionan modelos en los que ni siquiera es necesario utilizar el teclado ante la posibilidad de dictar y dar órdenes de viva voz. Es cierto que estos medios mecánicos nos ofrecen una amplia variedad de “fuentes” entre las que elegir, que puede apuntar a ciertos aspectos de nuestra personalidad por vía de lo que nos gusta más, pero para mí no deja de ser una “caligrafía de bote” un formato enlatado que nos presenta a todos de la misma forma, Tu “arial” y mi “arial” son iguales.
Hoy me gustaría ensalzar la caligrafía personal, una caligrafía íntima y cotidiana, esa tipología de letras que es exclusivamente nuestra, la que utilizamos para tomar una nota, unos apuntes de clase, las cosas que deberé meter en mi maleta para las vacaciones o la lista de la compra. Esa caligrafía dice algo auténtico de nosotros, evidencia si la he cuidado y me he esforzado en su grafismo, no digo solo en el ámbito artístico, sino sobre todo en cuanto a  si mi escritura es clara y comprensible para los demás.
La realidad es que hay estudios que determinan que la escritura es básica para fomentar la coordinación y las habilidades manuales y que dicho ejercicio periódico es fundamental para una adecuada actividad cerebral. El propio Freud definió la caligrafía como expresión del “preconsciente”, algo situado entre el subconsciente y la consciencia, terreno propio del grafólogo que no analiza el contenido de un escrito, sino la expresividad del rasgo ya que según ellos: “El trazo muestra las generosidades o inhibiciones que esconde cada línea”.
Confieso que me siento orgulloso de mi caligrafía, pues he recibido un gran número de reconocimientos hacia su claridad y estética, pero recuerdo la pesadilla de los antiguos cuadernos de caligrafía “Rubio” que tuve que completar y la sentencia de mi padre, que con estas u otras palabras similares me decía: “Si tus profesores inciden en que cuides tu letra es con razón: La letra es como el aliño de una persona y una persona desaliñada incomoda”.
Lo cierto es que esta lección la apliqué a muchos otros órdenes de mi vida al entender que el esfuerzo, el sacrificio y el compromiso te acercan a los objetivos que persigues.

domingo, 22 de julio de 2012

¿APEGO O LIBERACIÓN?


Tomaré como punto de partida que mostrar “apego”, es por lo general, algo que resulta bien visto, quien demuestra o confiesa “apego” a algo o a alguien tiene un buen cartel y esto es así porque afortunadamente casi siempre estamos dispuestos a poner nuestro enfoque en el lado positivo de las cosas y otorgamos al “apego” un valor afectivo, lo que despierta cierta benevolencia en nuestras conciencias.
Es cierto que tener “apego” es sentir afición o inclinación hacia alguien o algo; lo que nos lleva a encontrar ejemplos de ciertas dificultades ante situaciones como la de ceder o regalar cosas que ya no usamos, pero que las conservamos “por si acaso…”; en la dificultad de probar nuevos sabores aferrándonos a los que nos resultan más familiares; dudas para experimentar nuevos estilos en la forma de vestir bajo el argumento, habitualmente no contrastado, de que son propios de otros; el trance de no aceptación del hecho de que alguien querido ha dejado de estar cerca de nosotros, por abandono de nuestro entorno emocional o terrenal; etc.
¿Qué trae hasta mí el concepto “apego”? En mi opinión un gran número de “apegos” no son más que simples tapaderas de nuestros miedos y es importante tratar de discernir entre los que nocivamente lo son y los que responden a emociones reales que no cercenan nuestra personalidad. Algo me sugiere que la solución ideal pasa por conservar y cultivar los “apegos” que contribuyen a ser quiénes somos y desterrar o liberarnos de los que interfieren en nuestro verdadero “ser”.
Podemos admitirlo o no, pero parece existir más de un contraste empírico de la relación directa entre ciertos “apegos” y miedos, yo no tengo ninguna duda, detrás de un “apego” puede haber uno o varios miedos, situaciones en la que un “apego” no es sino otra cara del miedo, algo que nos hace aferrarnos a lo conocido, a lo que nos evita la incertidumbre o inseguridad de lo desconocido. La cuestión solo tiene una salida ¿Cómo liberarse de esos “apegos” que realmente son miedos?
La solución reside en explorar esos “apegos” que reconocemos en nuestro proceder, podemos sentir “apegos” por una persona, un lugar, un objeto, un recuerdo, una experiencia, una idea o cualquier otra cosa; unos pueden resultar más reconocibles que otros, pero en todos aquellos que podamos deberíamos preguntarnos ¿Qué me aporta sentirme tan apegado a esto? ¿Puede existir algún miedo o temor que me impide nuevas posibilidades?
¡Puedes dar un paso más! Aunque lo cierto es que precisa de mayor sinceridad y valentía, pero apunta a resultados superiores, implica colocarse en el plano inverso y reflexionar sobre cómo podrían ser las cosas en ausencia de ese “apego”, desatarse de emociones y recuerdos que no aportan pero limitan, porque frenan la decisión de nuevas experiencias ¿Qué supondría para mi vida desprenderme de lo que puede venir condicionándome?
El “apego” siempre es la dependencia de un sentimiento. Los apegos se dan en el campo emocional. No confiero al “desapego” una condición negativa, sino una condición vigilante, positiva, que nos libera de algo que nos impide el contacto con nosotros mismos, ese algo es miedo de la libertad. Tenemos “apego” cuando tenemos miedo de la libertad. Tenemos “apego” cuando perdemos el poder interior. Tenemos “apego” cuando nos volvemos dependientes de una persona, de un evento, de una circunstancia; inclusive de la religión como un refuerzo exterior, no como un punto de apoyo interior.
Ni renuncio, ni reniego de la emoción de sentir “apego” por algo o por alguien, pero creo que es imprescindible mantener la guardia alta para evitar que esos “apegos” se conviertan en escudos de miedos limitantes ante nuevas oportunidades, ante nuevas experiencias, ante nuevas emociones y en definitiva ante lo menos cotidiano.

miércoles, 18 de julio de 2012

SER - HACER - TENER


Resulta bastante frecuente encontrar personas que creen que si “tiene alguna cosa”, está en condiciones de “hacer algo” y esto le permitirá “ser algo”, pero no es precisamente “tener” lo que produce “ser”, el verdadero paradigma funciona en sentido inverso “Ser – Hacer – Tener”.
Toda causa tiene un efecto y “hacer” lo es respecto a la causa “ser”, pero las personas solemos vivir, experimentar y sentir el efecto, las consecuencias, los resultados…, lo que nos arrastra a vivir la ilusión o el sueño de que el efecto es la causa de lo que nos sucede, errando en la convicción de que la causa es la acción: “lo que haces, lo que hiciste, lo que dejas de hacer, lo que dejaste de hacer…”
Yo mismo tuve mi época en la que ese era mi postulado y recuerdo que con cierta frecuencia lo reforzaba apoyándome en la cita de Albert Einstein: “La locura es pretender obtener un resultado diferente, haciendo siempre lo mismo”. Es una declaración tan lógica, que al menos a mí, me llevo a no cuestionarme en profundidad el mensaje que creía recibir, lo que me convirtió en un convencido defensor de la teoría del cambio del “hacer” para “tener” resultados diferentes.
Hace unos días escuché una frase que me hizo reflexionar sobre todo esto, alguien exclamó ante un resultado inesperado “¡Pero si he hecho lo de siempre!” Esta afirmación proporcionaba cierta inconsistencia al fenómeno de obtener el mismo resultado al hacer lo que siempre se había hecho; no obstante, dándole vueltas a todo esto llegué a la conclusión de que permanecía atrapado en el círculo del efecto: “lo que hago, lo que hice, lo que puedo hacer, lo que no puedo hacer, lo que hice mal, lo que no sé hacer…”, al final terminaba siempre juzgándome como un “hacer humano” en lugar de cómo un “ser humano”.
Mi conclusión fue que si la pretensión es llegar a “tener” desde el “hacer” es más que probable que surja el síndrome de la “insuficiencia”, algo que te hace sentir, que hagas lo que hagas, no hay suficiente amor, no hay suficiente amistad, no hay suficiente solidaridad, no hay…, no hay… La insatisfacción que puede llegar a despertar esta emoción puede conducirte a un maratón de intentos por “tener” incluso lo que no necesitas, sobre todo en el terreno material y si caemos en esta trampa perderemos un poco de nuestro “yo”.
Si quiero proceder con autenticidad en lo que hago, he de operar desde el ser; en el fondo, mis “haceres” auténticos fluyen desde mis deseos, mis creencias, mis valores, desde todo aquello que conforma lo que realmente soy y no las circunstancias que me rodean, a las que no les niego cierta influencia, aunque en la mayoría de las ocasiones las utilizamos de coartada para justificar lo que nos incomoda.
Por ello hoy defiendo otra teoría: “SI QUIERES TENER EXPERIENCIAS DIFERENTES Y MÁS PLENAS DE VIDA, NO INCIDAS EN EL HACER SINO EN EL SER”.

domingo, 15 de julio de 2012

EL HOMBRE Y LA FRUTA. ¿Con piel o sin piel?


La piel, es sin duda, el mayor órgano del cuerpo humano o animal y actúa como barrera protectora que aísla el resto del organismo del medio que le rodea, protegiéndolo y contribuyendo a mantener íntegras sus estructuras al tiempo que actúa como sistema de comunicación con el entorno.
Algo similar sucede en el mundo vegetal, por ejemplo la fruta, una importante fuente de nutrientes que se contienen no solo en la pulpa sino en su piel que llega a acumular hasta el triple de fibra y vitaminas que su parte mollar, por ello, y a menos que dicha piel nos resulte áspera, muy dura o desagradable, no hay duda de lo beneficioso que resulta comerla con piel.
Todos tenemos claro que en el mundo de la fruta y su consumo hemos de salvar un inconveniente, en general son tratadas con insecticidas y otros agentes químicos para protegerlas de plagas y enfermedades, esto hace necesario el lavarla de forma adecuada, solo con agua fría, si deseamos eliminar lo impropio y administrado por agentes externos.
Sin embargo, volviendo al ser humano, no quiero referirme a la piel como ese recubrimiento formado por la dermis (capa interna) y la epidermis (capa externa), sino a esa otra piel que vamos dando forma a lo largo de nuestra vida y con la que pretendemos proyectar la imagen que deseamos que los demás tengan de nosotros y es de esa piel, dentro de este paralelismo, sobre la que me formulo la pregunta ¿Esa piel no genética sino construida puede tener, como la fruta, plaguicidas y contaminantes?
Mi respuesta es afirmativa y sin paliativos, esa piel que hemos ido forjando año tras año puede y suele presentar elementos nocivos, evidentemente no son pesticidas ni agentes químicos; son nuestros prejuicios, nuestros miedos, nuestros complejos y una lista interminable de elementos perjudiciales que intoxican nuestra piel, en definitiva todo aquello que disfraza nuestra autenticidad y que nos permite exhibir con innegable artificiosidad una personalidad con apariencia engañosa, es algo así como aparentar lo que no se es.
Para aprovechar las ventajas que nos ofrece la piel de la fruta contamos con una doble solución, la ya comentada de lavarla convenientemente o consumir fruta que provenga de una agricultura ecológica, exenta de insecticidas, fungicidas, acaricidas o herbicidas, tampoco utiliza fertilizantes químicos y practica la rotación de cultivo para mantener la fertilidad del suelo, porque la repetición de un cultivo en un mismo sitio favorece la aparición de plagas, hongos o malas hierbas.
Un desarrollo “ecológico” del ser humano requeriría de la universalización de una serie de valores que se me antoja impensable y por tanto utópico y no creo que una buena ducha nos libere de esa costra o caparazón que hemos ido dando forma, cual armadillo, para defender ante los demás nuestra verdadera esencia o como mínimo mostrar una cierta inaccesibilidad.
Yo desde luego tengo clara la conclusión: La fruta con piel, sin olvidar las medidas preventivas y las personas ¡SIN PIEL!

miércoles, 11 de julio de 2012

¡NO HAY DOS SIN TRES! Más allá de "La Roja"


No es difícil escuchar y en estos últimos días lo hemos padecido de forma intensa, incluido en versión musical, la expresión “No hay dos sin tres” cuando de forma estricta debería formularse de manera inversa, es decir, “No hay tres sin dos”, pero yo nunca la he escuchado en lo que considero serían sus términos correctos. ¿Por qué? No debiera parecer difícil admitir que nunca existiría el tres sino hubiera previamente “uno y dos”.
La expresión “No hay dos sin tres” para generaciones de corta edad y conforme a los recientes días vividos, podrían entenderla como un eslogan acuñado desde una campaña marketiniana para promocionar a nuestra selección de futbol cara a la Eurocopa 2012 “La Roja”; pero no, esta expresión proviene de la escuela Pitagórica, formulada hace cientos de años y que en forma de refrán trata de establecer el teorema de que una dualidad es un ciclo inacabado.
En este axioma se identifica el “uno” como la causa y el “tres” como el efecto, el “dos” es sencillamente la reacción de  la causa de la que inevitablemente surge el efecto. La escuela Pitagórica integrada fundamentalmente por astrónomos, músicos, matemáticos y algunos filósofos creía que todas las cosas eran, en esencia, números y que ninguna manifestación existía si en ella no había una trinidad, o dicho de otra manera todo es resultante de una dualidad generadora, por lo que si hay dos inevitablemente surge el tres.
Si este principio fuese cierto tendríamos que admitir que cuando dos personas forman una pareja, de forma inevitable, deberán tener un hijo o uno de ellos tendrá un amante “No hay dos sin tres”, pero en la pelea dialéctica del refrán también encontramos: “Tres son multitud”, “A la tercera va la vencida”, “No le busques tres pies al gato” o “A vivir que son dos días”, seguro que rebuscando se pueden encontrar algunos ejemplos más, pero creo que estos son suficientemente ilustrativos de la arbitrariedad de opinión.
Expresiones, como las que nos ocupa desde el principio, presentan la suficiente vaguedad como para admitir diferentes interpretaciones; pero si hemos sido capaces de inventar la ambigüedad también hemos descubierto su antídoto para cuando alguna de las frases hechas no nos funciona: “¡La excepción confirma la regla!”, que originalmente en latín decía “exceptio probat regulam” cuyo significado es: “la excepción pone a prueba la regla” y que desde luego no la confirma, pero es evidente que su significado original no podía cumplir con la pretensión de justificar un juicio inexacto y la fuimos adaptando a nuestra conveniencia.
También es cierto que contamos con la SEMÁNTICA como ciencia que estudia el significado de las palabras, pero no lo es menos que estas cambian con los hábitos y adoptan nuevas formas; estas desviaciones, que modifican el sentido original de las mismas, en ocasiones envían un mensaje que difiere del original o que llegan a desdibujarse tanto que permiten un sinfín de interpretaciones.
Y no digamos nada de esas “frasecitas” que a veces construimos, en apariencia sencillas pero que resultan ser de lo más artificiosas. Frases como:
“…O algo así”: Tu le dices a alguien “llevo un par de días con un fuerte dolor en la espalda” y te responde “puede ser un golpe o algo así”, ¿Qué es “o algo así”? Algo es un pronombre que implica una causa no determinada o que se pretende no determinar y que desde la preocupación de tu malestar te puede generar una considerable incertidumbre ¿Pretende decirte que puede ser algo grave?
“¿Sí o qué?”: Le comentas a otra persona “Este fin de semana no estaré en Madrid” y su comentario es ¿Sí o qué? Puede estar admitiendo que realmente no estarás en Madrid o se está cuestionando que puedes tener otros planes distintos a los que expresas. ¿Desconfianza…, por qué?
“Si eso…”: Sientes una inclinación especial por alguien y en un arrebato de atrevimiento le dices, “Me gustaría invitarte a cenar” y te responde, “Genial, si eso ya te llamo yo”. Madre mía, suena a frase lapidaria ¡Sí eso ya te llamo yo! ¿Qué es “si eso…”? Después de una respuesta así mis expectativas de ir a cenar se situarían bajo mínimos.
Muletillas o expresiones frecuentes en nuestro día a día que probablemente respondan a la voluntad de no ser totalmente sinceros, de no decir abiertamente lo que pensamos. Abrirse de verdad puede hacernos pensar que facilita nuestra vulnerabilidad, pero no hacerlo nos impide percibir a los demás como son, o al menos como creemos que son.
Yo acabo de decidir excluir de mi vocabulario expresiones como: “La excepción confirma la regla”, “No hay dos sin tres”, “…O algo así”, “¿Sí o qué?” o “Sí eso…” y cualquier otra que me parezca perteneciente a la misma familia.

domingo, 8 de julio de 2012

TOMAR DISTANCIA


Hace unos días al leer la expresión “tomar distancia” vino a mi cabeza algo que tenía prácticamente olvidado, o cuando menos adormecido, me refiero a ese odiado ejercicio que debíamos ejecutar a diario en el patio del colegio a la voz de “alinearse”; puestos en fila debíamos poner el brazo estirado y los dedos de la mano derecha sobre el hombro del de adelante, sin hablar, sin reír y completamente derechos, como en formación militar no era sino un ejercicio de orden, disciplina y respeto a la autoridad. Recuerdos de una época en la que el compromiso social, las ganas de un mundo más abierto y el no callarse a tiempo podían pasar una elevada factura. No juntarse, no hacerse notar, no correr riesgos, ser prudentes y… ¡Tomar distancia!
Hoy, unos más o menos canosos, otros más o menos calvos y todos con mayor o menor presbicia, lo vemos como una época oscura y que se ha tornado bastante borrosa, pero recuerdo que todo era blanco o negro, esta puede ser la causa de mi pasión por los infinitos matices del color; la única preocupación que me queda de aquella época es si aquel dichoso ejercicio diario de “tomar distancia” se ha quedado de alguna manera impregnado en nuestra conducta actual, impidiéndonos abrazar sin condicionantes ciertos cambios y mantenerlos allí, donde apenas podemos rozarlos con los dedos y un brazo estirado.
Pero el texto que me provocó estos recuerdos no tenía nada que ver con ellos, pues trataba sobre la conveniencia de tomar distancia psicológica respecto de los problemas para afrontarlos con mayor eficiencia; recuerdo una frase que me hizo tomar interés por el texto y que sentenciaba: “Aunque los humanos se esfuerzan por ser sabios, con frecuencia no logran serlo cuando razonan sobre temas que tienen implicaciones personales profundas”.
La conclusión que obtuve de esta lectura es la de que si tienes una perspectiva egocéntrica procesas la información de forma distinta a si tu perspectiva es más universal, y es que el egocentrismo te priva de la humildad intelectual que resulta precisa para reconocer los límites del conocimiento propio. Sí aceptamos que el egocentrismo te proporcionará opiniones más polarizadas, tomar distancia de dicho eje puede acercarte a reflexiones menos absolutas y exentas de condicionantes personales.
También “tomar distancia” te puede proporcionar moderación y aunque para algunos la moderación pueda resultar un síntoma de suponer insulso, aburrido o poco entusiasta, lo cierto es que te va a proporcionar cierta inocuidad ante la solemnidad, la rigidez y los excesos que surgen tantas veces de quienes están convencidos de que lo que piensan siempre es la verdad.
Yo apuesto por la apertura y la elegancia de los que son capaces de ponerse en el lugar de los otros, creo que los que entienden de estas cosas lo llaman empatía, de los que saben relativizar e imaginar diferentes percepciones o puntos de vista.
En este aspecto el sentido del humor me parece importante porque hay en él cambios de perspectiva y sutileza. Hay agudeza, ingenio, capacidad para salirse de lo obvio, para operar pequeños giros y descolocar con gracia, en definitiva para “tomar distancia”.