En algún lugar he leído que los dinosaurios se
extinguieron por un error evolutivo, el diagnóstico de los científicos era:
“mucho cuerpo y poco cerebro”, “grandes músculos y poco conocimiento”. Si el
diagnóstico es correcto, me atrevo a afirmar que los dinosaurios no se han
extinguido, simplemente han mutado y lo hago desde la aplicación literal del
diagnóstico (mucho cuerpo, grandes músculos y poco cerebro y conocimiento) como
desde el significado que podría dársele si lo consideramos una metáfora como
representativa de la obsesión por lograr el éxito material y altos niveles de
vida, pero que no siempre evitan un determinado vacío emocional que suele llevar
desde una posición aparentemente dichosa a una insatisfacción perturbadora.
Yo veo la insatisfacción como un depredador del
estado de ánimo, situado en la cúspide de la cadena alimentaria de lo que
podríamos llamar el “ecosistema social”, un depredador sofisticado que no
obtiene sus presas tras persecuciones interminables, sino como resultado de
trampas hábilmente pergeñadas, como:
- Crear una dinámica de consumo poco moderado, en la que el afán por poseer se torna en satisfacción fugaz a pesar de lograrlo, ante las cosas que aún no se poseen.
- Alimentar el disgusto de cómo se siente uno consigo mismo, generando como única respuesta el tratar a los demás con la misma desaprobación que el comportamiento propio provoca.
- Mediante el veneno de un sentimiento de inferioridad, ante la incapacidad (asumida) para dominar los impulsos propios, como la inmoderación, agresividad o cualquier otro que consideremos impropio.
- Afianzando el arraigo de manías que se asumen como incorregibles pero que nos incomodan y ante las que acabamos rindiéndonos.
La insatisfacción, siempre dañina, puede resultar
leve y superable cuando es ocasional, pero de consecuencias peligrosas si es
crónica, no en vano genera una sensación corrosiva y demoledora del equilibrio
emocional de la persona y es que no resulta fácil renunciar al deseo de tener.
Es como un agujero negro en el “Ser” difícil de llenar o al menos cegar.
Yo no creo en las recetas mágicas, pero sí creo en
las actitudes e intentos que definen conductas y desde luego, ante la
insatisfacción pienso que hay que empezar por desterrar convencimientos y
enunciados del tipo: "todo
el mundo lo hace", "solo es una debilidad ocasional", "no perjudico
a nadie", etc.; en realidad la “no renuncia” refleja claramente la claudicación,
que nos mece en una aparente comodidad al proporcionarnos tantas y tantas
justificaciones, no obstante, ninguna rendición nos dejará satisfechos.
Lo cierto es
que no resulta fácil renunciar a la orientación de tener; todo intento de hacerlo nos
produce una angustia importante, las personas nos volvemos desconfiadas,
suspicaces, y a veces solitarias, incluso construimos un caparazón propio,
impulsadas por la necesidad de tener más para estar mejor protegidas. Convendría
tener muy claro que la zozobra que produce la posibilidad de perder algo
pertenece a la dimensión de la persona del “tener” y no a la del “ser” y el
equilibrio emocional no se alcanza desde el “tengo” sino desde el “soy”.
Aquí hablas de la insatisfación en relación al tema material, y estoy de acuerdo con todo lo que dices. También podemos hablar de la insatisfación de (para no hacer una relación de cosas diremos) lo NO material y con ello sigo incluyendo la frase perfecta "La insatisfación es un depredador del estado de ánimo"
ResponderEliminarMi enfoque trata de evidenciar la confrontación entre el "tener" y el "ser" y como bien dices, en ambos ámbitos cabe tanto lo material como lo NO material.
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