Quién me conoce bien sabe que no soy nada amigo de
ningún tipo de extranjerismo aunque admita que parece que nunca ha sido
evitable, sin embargo, el modelo actual de comunicación social lo propicia
claramente y cada vez incorporamos más vocablos de origen extranjero, sobre
todo de raíz anglosajona. Este es el caso del término “Feedback” que
evidentemente no figura en el diccionario de nuestra RAE, pero los serios
intentos por traducirlo coinciden mayoritariamente en la utilización de otro
término que tampoco figura en el diccionario de la RAE como es
“Retroalimentación”, esto me empuja a situarme en el ámbito del eclecticismo y
reconocer que ninguno de los dos términos resulta ser más ortodoxo que el otro.
Por ello y por razones de economía de esfuerzos utilizaré el término Feedback
que tiene bastante menos letras que Retroalimentación.
No obstante, antes de definir lo que yo entiendo por
Feedback, me gustaría tratar de describir algo que se configura como nuestra
realidad cotidiana: Hacemos y actuamos, en nuestro día a día, como creemos ser,
pero como en una obra de teatro nosotros solo somos el actor y aunque pongamos
todo nuestro empeño en escena, solo y en el mejor de los casos, creemos
representar lo que realmente deseamos. Sin embargo, esa representación es vista
y juzgada por críticos y espectadores. ¡Me doy pero no me veo, me reciben y me
ven!
Generalmente somos conscientes de lo que pretendemos
aunque no vemos como lo intentamos, eso lo ven los demás, nuestras conductas
resultan de manera habitual como situadas en un ángulo muerto que nos resulta
inaccesible, precisaríamos de un vídeo grabado que nos permitiese visualizarnos
y aun así no tendríamos garantizada nuestra objetividad y es que el juicio
sobre nosotros mismos puede resultar muy diferente respecto al de los demás.
Es aquí donde debe entrar en juego el Feedback al
aportar la visión que uno NO tiene sobre sí mismo, sin embargo no funciona como
una receta mágica o infalible, suele presentar claras carencias, tanto por
parte de quién lo da como por parte de quién lo recibe:
El Feedback
siempre debería formularse desde el “hacer” y no desde el “ser”, sin embargo es
frecuente hacerlo desde la óptica errónea con expresiones como, por ejemplo:
“eres…”, en lugar de decir: “la impresión que me has dado…”
Por parte de
quién lo recibe el problema suele residir en la confusión de pensar “hago las
cosas como yo soy” y si no se poseen las suficientes dosis de sencillez y
humildad puede entenderse como un ataque personal y no como un regalo, es
preciso entender que cuando alguien habla de nosotros habla de lo que hacemos y
de cómo se nos ve, no de lo que somos.
Salvadas ambas carencias, el Feedback debería configurarse
como una herramienta para la mejora personal, un elemento de aprendizaje y
crecimiento, una oportunidad de acercar nuestras conductas a nuestros
objetivos.
No puedes controlar el Feedback que recibes, solo
admitirlo o ignorarlo y recordar que no habla de ti sino de lo que haces, aunque
haya sido formulado erróneamente; pero desde luego sí debes tratar de controlar
el que tú puedas proporcionar a los demás, recordando que debes orientarlo al
“hacer” y no al “ser”. Y es que si damos Feedback a alguien no hemos de hacerlo
desde la óptica de “como es” sino de cómo percibimos lo que hace.
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