Si decidimos cual es el camino que nos conduce a conquistar
nuestros sueños, nos encontraremos con un camino de apariencia confortable e
ilusionante, pero en su recorrido, como no podrías ser de otra manera, vamos a tropezarnos
con dificultades, barreras que pueden llegar a parecernos insuperables. En esos
momentos podemos caer en la tentación de considerarlas como derrotas, algo que
nos impide o distancia del objetivo; un infortunio o adversidad que desbarata
nuestros planes, algo que se revela o transforma en una atadura que evita
desplegar nuestras capacidades hacia la conquista de nuestros sueños.
Tal emoción nos exige hacer un ejercicio poderoso de
memoria y recordar que ante experiencias anteriores azarosas y desdichadas,
nuestra convicción y fuerza de carácter acabó propiciando un final feliz, con
resultados muy distintos a cuando permitimos que el abatimiento o el abandono
marque nuestra conducta.
Si vivimos la vida como una aventura hemos de
admitir que el camino elegido debemos hacerlo metro a metro, la vida no es un
camino, previamente trazado, que haya
que recorrer. La vida, ¡Tu vida!, exige que decidas cual es camino que eliges.
¿Qué buscas? ¿Qué quieres? ¿Hasta dónde deseas llegar?
No siempre es fácil saber que quieres ser o donde
quieres estar dentro de diez o quince años, sin embargo es un serio problema si
no sabes que quieres hacer una vez que te has levantado por la mañana; para mí
el mejor propósito de vida es disfrutar cada día de ser feliz, sentirme
satisfecho y no solo conmigo sino con quién está cerca, hay una pregunta que no
siempre resulta fácil de responder ¿Estás viviendo la vida que quieres vivir?
Y es que podríamos decir que nuestra misión en la
vida se construye desde QUIENES somos y qué QUEREMOS realmente, territorios que
no siempre estamos dispuestos a aceptar y mucho menos a explorar, no siempre
estamos predispuestos a tener que reconocer realidades que, por censurables en
los demás, nos parecen inadmisibles en nosotros mismos.
Uno de los elementos, omnipresentes en nuestra vida,
del que no siempre tenemos absoluta conciencia es nuestro propio lenguaje,
¿Somos conscientes de cómo hablamos con nosotros mismos y qué consecuencias
tiene sobre nuestras actuaciones y resultados? No cabe la menor duda de que en
todas nuestras acciones hay un fuerte componente emocional. Sin ninguna duda
somos los que más hablamos con nosotros mismos, será nuestra exigencia, nuestra
tolerancia o por qué no nuestra inconsciencia la que delimite nuestra conducta.
Reconocer que somos nuestra principal trampa nos da
una ligera ventaja, solo nos queda la tarea nada fácil de vencer nuestro ego.
¡Analizar nuestra vida y descubrir lo que es
importante para nosotros! Cuando sabemos quiénes somos y lo que realmente queremos,
es más fácil encontrar nuestra misión. Si no somos felices con nuestra vida,
significa que necesitamos hacer algún cambio. Elijamos una misión o un
propósito que entendamos que mejorará nuestra vida, nos sentiremos mejor.
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