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sábado, 16 de julio de 2011

OPTIMISMO. ¿Medio lleno o medio vacío?

Según la RAE, “optimismo” es la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable. Según Antonio Mingote: “Un pesimista es un optimista bien informado” y de forma similar Les Luthiers dicen: “Un pesimista es un optimista con experiencia”, pero yo prefiero a Benjamín Franklin cuando dice: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.

Desde cualquiera de las definiciones se me antojan dos cuestiones principales en torno al optimismo: ¿El optimismo es un camino certero hacia la felicidad? ¿El optimismo es una condición innata o es una conducta que puede ser aprendida?
Con relación a la primera cuestión podríamos decir que mientras el pesimista se siente impotente ante la adversidad, el optimista considera los reveses de la vida como temporales y reversibles; esta diferencia es favorable al optimista que le permite ser más feliz al mirar al mundo con mejores ojos, una diferencia que tiene influencias positivas en cuestiones de salud y propicia que personas optimistas tengan más éxito en su trabajo, estudios o cualquier otra actividad, que las personas pesimistas.
Admito que optimismo no es sinónimo de éxito, algunas veces por mucho empeño, esfuerzo y sacrificio que pongamos no obtenemos los resultados deseados, pero el optimismo es el que nos proporciona la actitud permanente de “recomenzar”. El optimismo nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, detectando lo positivo de las circunstancias y las personas, confiando en nuestras capacidades y como no, en las ayudas que podemos solicitar; todo ello no es sino un interesante equipaje para el camino hacia el éxito.
Para mayor claridad de cómo el optimismo puede ayudar en el camino hacia la felicidad, yo lo propondría como un antónimo por delante de términos como desgracia o infelicidad. ¡Seamos felices cuando las condiciones lo permiten, y cuando no, optimistas de poder volver a serlo!
En cuanto a la segunda cuestión solo estarán de acuerdo conmigo quienes crean en la capacidad de cambio de las personas. La investigadora estadounidense Carol Dweck, autora del libro “Mindset”, considera que el optimismo puede aprenderse y que está al alcance de todos con solo adoptar lo que ella define como “mentalidad del cambio”: tener conciencia de que somos personas cambiantes, que crecemos cada vez que nos arriesgamos a aprender algo nuevo y que el optimismo aumenta cuando uno se da cuenta de que es dueño de su destino.
El cambio hacia una actitud más optimista requiere de una disposición entusiasta y positiva, hay que tonificar ciertos músculos conductuales y para ello, algunos ejercicios prácticos y sencillos, son:
  • Analiza las cosas desde los puntos buenos y positivos, siempre hay algunos.
  • Esfuérzate en ofrecer sugerencias y soluciones, en lugar de críticas o quejas.
  • Reconoce el esfuerzo, el interés y la dedicación de los demás, antes que sus logros.
  • Sé sencillo y pide ayuda, otras personas también encuentran soluciones.
  • No hagas alarde de seguridad en ti mismo, tomar decisiones a la ligera es imprudencia, no optimismo.
No es más optimista el que menos ha fracasado, sino el que ha sabido encontrar en la adversidad un estímulo para superarse, fortaleciendo su voluntad y empeño en los errores y equivocaciones, una experiencia positiva de aprendizaje. Si cada mañana nos vestimos más de optimismo y menos de diseño, nuestra generación “heredera” se contagiará con nuestro estilo y ese vitalismo aunque sea un intangible, será la única herencia no dilapidable.

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