RESISTENCIA…
DISONANCIA… RESONANCIA… EMPATÍA… Para mi conforman una cadena conceptual y
conductual y muestran un camino hacia el bienestar personal y aunque son
conceptos muy distintos, no es menos cierto que pueden interferir y provocar
algún que otro corto circuito en nuestra cotidianidad que embarre ese camino
hacia nuestro deseado equilibrio emocional.
En mi opinión, la
RESISTENCIA es fuente u origen de nuestra DISONANCIA, propicia el autoengaño y
ahuyenta la crítica personal, lo que dificulta la vida en RESONANCIA como
último paso hacia la EMPATÍA, si tiendes a mentir para esconder lo que
consideras una debilidad solo estás poniéndote una careta que impedirá que te
conozcan de verdad.
Algo me dice que si
mi mente fuese lógica empezaría por el primer eslabón de la cadena, es decir la
RESISTENCIA, sin embargo prefiero iniciar mi reflexión con referencias a la
DISONANCIA por considerar que responde al concepto de mayor complejidad entre
los enunciados. Si tuviera que definir la DISONANCIA de forma simplona diría
que es algo tan perverso como un “SÍ, PERO NO”; primero actuamos y luego nos
justificamos lo que alivia inicialmente nuestra ansiedad hasta que tomamos
consciencia de ello para caer de nuevo en el bucle de justificar una y otra vez
nuestras contradicciones.
La DISONANCIA
refleja la presencia de movernos en frecuencias diferentes con respecto a algo
o alguien, lo que sin duda interfiere en la comunicación y no solo con otros
sino incluso con nosotros mismos, yo lo llamo DISONANCIA “Explícita” y
DISONANCIA “Implícita”, aunque en ambas se da la existencia de un conflicto y
la dificultad de vencer ciertas RESISTENCIAS.
En la DISONANCIA
“Explícita” nuestra RESISTENCIA suele sustentarse en lo que solemos llamar experiencia,
que no siempre refleja lo que hemos hecho con lo que nos ha pasado, sino
simplemente el recuerdo de lo que nos sucedió que sin duda dejará siempre su
huella, pero esta diferirá según la hayamos gestionado transformándola en un
estímulo o en una limitación, de una u otra manera mi mapa mental viene
dibujado por mis valores, paradigmas y costumbres, aunque a veces también por
el incomprensible orgullo de querer tener siempre razón.
La DISONCIA
“Implícita” es como una lucha con uno mismo generada porque dos cosas que
creemos, pensamos o hacemos, entran en conflicto, lo que nos va a provocar el
malestar propio de una incongruencia incómoda que nos empujará a modificar una
de las dos para aliviar nuestra tensión emocional, ahí entra en juego nuestra habilidad
mental para alterar la creencia en beneficio del hábito: “fumar mucho es malo,
pero yo no fumo tanto” y es que al final resulta más fácil y cómodo modificar
una creencia que un hábito.
Dos posible
DISONANCIAS y dos posibles recorridos para desactivarlas. O modificamos
nuestras creencias o modificamos nuestro hábitos, en la DISONANCIA “Explícita”
lo difícil se centra en esas creencias que asumimos que conforman nuestra
personalidad, el cómo soy al dictado de mi experiencia; en la DISONANCIA
“Implícita” el reto es, si cabe, más difícil aun, somos vulnerables al engaño
pues la posible nueva reformulación solo nos tiene de testigo a nosotros,
aunque posteriormente la expongamos como una convicción sólida e incuestionable.
Dominar nuestra
RESISTENCIA destierra la autojustificación, nos conduce a la responsabilidad de
gestionar nuestras propias emociones y a mantenerlas bajo control
permitiéndonos superar la DISONANCIA, único recorrido fiable para llegar hasta
la RESONANCIA, un estado emocional que divulga y propaga nuestra actitud y que
nos muestra más auténticos al dar la medida verdadera de nuestro “yo”.
El último paso es
alcanzar la EMPATÍA, un concepto al que no dedicaré demasiado espacio, por ser
muy conocido y al que me he referido en varias ocasiones en diferentes entradas
de este Blog, todos sabemos que la EMPATÍA es la capacidad que nos confiere la habilidad
para mostrar una identificación mental y afectiva con el estado de ánimo de
otros, sin necesidad de compartir sus valores, paradigmas y costumbres.
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