RICOBLOG

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domingo, 15 de abril de 2012

MIS QUIMERAS. "Decidiendo mi Epitafio"


Cada mañana el calor del emergente sol sobre mis párpados era el que marcaba el inicio de mi actividad, era como una señal para desperezarme y ponerme en marcha, sin embargo, esa mañana parecía distinto, era como si el calor sobre mis párpados pesara, como si los rayos solares me llegasen cargados de un sinfín de partículas de plomo que, a cada momento, me proponían un esfuerzo adicional para abrir mis ojos. Me sentía rígido y atenazado por las sábanas, mi cuerpo cada vez pesaba más, pero, mi racionalidad me impedía admitir la posibilidad de que la noche me hubiese proporcionado una sobredosis de pesimismo, consiguiendo sensaciones a las que no estaba acostumbrado.
Esa percepción provocó que mi tendencia natural al optimismo iniciase una pelea frente a esa situación de abandono o desgana personal que empezaba a oprimirme y ante la que deseaba rebelarme, sin embargo, poco a poco, presentía que mi pretendida entereza  iba debilitándose y me empujaba a lo que me parecía una rendición, me hundía inevitablemente en el colchón que me abrazaba como un depredador lo hace con su presa.
Dado que mí cuerpo no respondía a los estímulos físicos que trataba de imprimirle, decidí racionalizar una situación que empezaba a resultarme inmanejable. ¡Craso error!, mi desconcierto solo conseguía debilitarme y acercarme al derrumbamiento. Me sentí tan mal que cada vez lo tenía más claro, aun sin saber por qué, presentía que aquello me acercaba al final.
Entonces decidí que una persona que siempre ha pretendido dejar su huella debía dejar una última, la que solemos conocer como epitafio (aunque no suene demasiado bien), lo cierto es que un epitafio suelo recogerse en una lápida, pero también puede hacerse en una placa o en un simple recuerdo, esto unido a una vertiginosa sensación de “puenting emocional”, que me hacía sentir un tremendo vacío, hizo volar hasta mi adormecida conciencia, algunos epitafios famosos que siempre me llamaron la atención:
Marqués de Sade: “Si no viví más fue porque no me dio tiempo”.
J. B. Moliere: “Aquí yace el rey de los actores. En estos momentos lo hace de muerto y de verdad que lo hace bien”.
Groucho Marx: “Disculpe que no me levante”.
Miguel Miura: “Ya decía yo que este médico no valía mucho”.
Johann Sebastian Bach: "Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga"
Anónimo: “Vivió mientras estuvo vivo”.
Epitafios que sin duda tratan la trascendencia de un hecho irreversible con gran ingenio y cierta apariencia de frivolidad, algo que decidí emular hasta comprobar que mi ingenio no se mostraba como tal y los resultados se me antojaban más patéticos que frívolos:
J. L. Rico: “Fui lo que los demás deseaban” (me pareció demasiado pretencioso).
J.L. Rico: “Antes que en mí, pensé en otros” (¿Alguien puede creerlo?).
Y un montón de ellos más que tampoco me satisfacían.
Entonces pensé que sí el epitafio pretende ser la imagen que perdura de ti cuando tú no estás, lo lógico es que lo escribiesen los demás, los que continúan y conforme a cómo te recuerdan, no obstante, decidí consumir lo que me parecía mi última oportunidad para testimoniar lo importante que para mí son los demás, o mejor dicho, lo que mis conductas podrían suponer para ellos; estiré temblorosamente mi mano alcanzando un papel y con una letra impropia de mi cuidada caligrafía, alcancé a escribir:
J. L. Rico: “Me gustaría haber dado a cado uno lo que esperaba de mí”.
Poco a poco mi malestar fue desapareciendo, y desde la serenidad que iba recuperando leí el epitafio que había escrito, después de leerlo, releerlo, y recuperar lo que consideraba la normalidad, pensé que tal vez me había precipitado, pero me quedo con lo que alcancé a escribir, creo que responde a lo más íntimo y sincero que pretendo, aunque no siempre lo consiga. ¡Tal vez mande el SMS!

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