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domingo, 22 de abril de 2012

EL SUFRIMIENTO


En la 3ª entrega de Ricoblog Exprés Coaching realizaba una rápida y breve reflexión sobre el dolor y el sufrimiento, unos días después y tras algunos emails recibidos interesándose por el tema, creo que merece la pena ampliar dicha reflexión, al menos intentarlo.
El sufrimiento tiene su origen en la percepción de lo que admitimos como realidad, pero solemos olvidar que en numerosas ocasiones esa realidad la construimos desde nuestros deseos, nuestros miedos y prejuicios; no son los hechos que están ocurriendo sino lo que esperábamos de ellos lo que desencadena el sufrimiento, no se trata de un dolor físico, en todo caso sería un dolor psicológico, un determinado nivel de perturbación en nuestro subconsciente que podemos llegar a exteriorizar físicamente en forma de dolor en su más clásica concepción, el dolor lo sentimos en el cuerpo, el sufrimiento lo experimentamos a nivel mental y emocional.
Es bastante habitual que en nuestra inclinación natural por desprendernos del sufrimiento optemos por la resignación o el resentimiento:
La resignación es un estado paralizador de las personas ante el convencimiento de que, hagamos lo que hagamos, las cosas no van a cambiar, erróneamente podría equipararse a la “aceptación” cuando en realidad es una rendición.
El resentimiento nos convierte en víctimas y nos instala en el terreno de “la queja”, nos hace sentirnos como el blanco de la injusticia y el incumplimiento hacia nosotros.
Tanto la resignación como el resentimiento son estados de ánimo complejos, fundamentalmente porque nos llevan a mantener conversaciones distintas de forma interna y externa, con nosotros y hacia los demás, ante esa divergencia no resulta fácil lograr ese desprendimiento deseado.
Y aunque lo generemos desde una realidad con posibilidades de ser “irreal”, el sufrimiento no es una mera palabra o concepto, es una realidad y ni la resignación ni el resentimiento nos ayudarán a gestionarlo; lo que realmente nos puede ayudar es aprender a gestionar mejor nuestro ego, solo eso nos permitirá eliminar o cuando menos suavizar esa confrontación entre nuestras dos conversaciones, la que nos habla de cómo nos vemos y la que nos habla de cómo deseamos que nos vean los demás.
Todos nosotros tenemos algún aspecto propio que nos gustaría cambiar y desde luego nos gustaría hacerlo sin dolor y sin perjuicio de nuestra autoestima, sin embargo, desde nuestra individualidad el sufrimiento de no poder hacerlo puede resultarnos irracionalmente insalvable, no obstante, renunciamos a la mejor receta para lograrlo “la habilidad para pedir ayuda”; podemos carecer de dicha habilidad y eso nos aboca a conocernos a fondo y a estar dispuestos a sufrir, pero incluso en esa situación, deberemos tratar de hacerlo con mesura, evitando, en la medida de lo posible la desproporción de ese sufrimiento, acrecentado por los temores que nos provoca.
Sé que es difícil alcanzar el nivel que elimine nuestra propia confrontación, entre como nos vemos y como deseamos ser vistos, y aunque es una meta que yo no siempre logro ¡La recomiendo! Es lo que te permite eludir o renunciar a presumibles soluciones de huida que solo consiguen enfatizar tu vacío, tu posible soledad y con ello tu sufrimiento.

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