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miércoles, 22 de febrero de 2012

NI PRESUNCIÓN NI DESESPERACIÓN, EL CAMINO ESTÁ EN MEDIO


La vida nos condiciona con demasiada frecuencia a desplazarnos por un camino estrecho, a veces empinado, a veces bastante irregular, pero en el que se intuye la prudencia de avanzar lo más centrados posible, evitando cualquiera de las dos lindes o cunetas, pues ninguna de ellas resulta recomendable; una representa la “presunción” y la otra la “desesperación”.
La presunción es una sobredosis de amor propio, con una tasa de “superioridad en sangre” desaconsejable, es un narcisismo desaforado que niega el más mínimo espacio para la mejora, por otro lado razonable cuando uno se considera en la cima de la excelencia, una cima a la que también llegan la soberbia y la prepotencia, pero no es esta la cuneta a la que hoy quiero dedicarme. En febrero de 2011 edité una entrada bajo el título “La Soberbia” en la que describía la “Broncemia”, sus síntomas y consecuencias.
La cuneta de la desesperación nos impide ver el camino, aun estando prácticamente en él, nos empuja a pensar lo difícil que es continuar, solo vemos piedras, arbustos y malas hierbas que en nada favorecen nuestro progreso. Según Santo Tomás de Aquino en Summa Teológica: “La desesperación nos paraliza porque nos aparta de los auxilios que Jesús nos ofrece. Entonces nos dejamos llevar por la corriente de los instintos bajos y no luchamos contra ellos con la suficiente fortaleza. Nos apartamos del camino de la virtud y de la lucha de cada día”.
Si decapamos la anterior cita, eliminando toda connotación religiosa, debiéramos acordar que habla de rendición por falta de fortaleza y ausencia de voluntad, profeses la religión que profeses. En definitiva, la desesperación es un suplicio contradictorio entre el deseo de querer ser y la sensación de no poder serlo. No obstante, la desesperación como cualquier enfermedad se incuba, en su inicio suele mostrar indicios leves, como desesperarse por algo que concluye en la verdadera desesperación que implica sentirla por uno mismo.
Volviendo a la alegoría del camino de la vida, me gustaría rememorar a Aristóteles quién decía que: “La virtud es el punto medio de equilibrio entro dos extremos” y citaba a modo de ejemplo: “Omnipotencia (Exceso), Fortaleza (Punto Medio) y Debilidad (Ausencia)”. Esto me hace pensar que la fortaleza y la prudencia serán los valores que nos permitirán transitar por el centro del camino sin desviarnos hacia ninguna de las dos cunetas.
Quiero dejar claro que entiendo y respeto que haya personas que disfruten caminando entre piedras, arbustos y malas hierbas, a esas personas solo les pediría que cuiden, en lo posible, los arañazos y hematomas que les pueda ocasionar lo accidentado del camino elegido.

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