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miércoles, 26 de enero de 2011

LAS EMOCIONES - II

En mí entrada “LAS EMOCIONES – I” prometí volver a tratar el tema de las emociones y desde ahora anuncio que es más que probable que esta no sea la última vez que lo haga, es un aspecto humano que me apasiona. Por lo que es y por cómo se gestiona, por cómo nos condiciona y por cómo nos condicionamos (por supuesto que nada más lejos de mi intención que establecer paralelo alguno con Daniel Goleman quién llegó a escribir un libro sobre el tema, “La Inteligencia Emocional”), mi intención es bastante más mundana y pegada a mi experiencia personal. Nuestras emociones espontáneas se alejan de lo normal, seguramente por falta de control. Aprendemos que, “la felicidad” pasa por reprimir las emociones negativas, que nos generan malestar y son causa de nuestros problemas.
Si opinas que una buena opción es llegar a gestionar las emociones, lo primero que debes hacer es poner en cuarentena “casi-dogmas” que paralizan la acción reflexiva, cómo:
·         Las emociones determinan comportamientos.
·         Modificando emociones cambiamos conductas.
·         Controlando sentimientos controlaremos conductas.
Pero… ¿Qué ocurre cuando nos cuestionamos una y otra vez lo que deberíamos, o no, sentir? ¿Acaso podemos elegir nuestros sentimientos?
Para empezar admitamos que la emoción no se puede controlar. Sentimos lo que sentimos en función de lo que la vida nos ha enseñado o hemos aprendido en ella, lo que sin duda condiciona nuestras emociones. Desde luego niego que nos limitemos a dejarnos llevar, pero el primer paso es permitir que afloren, reconocerlas y asumirlas.
Sólo podremos “gestionar” (que no reprimir o ignorar) nuestras emociones desde nuestra conducta ¿Y qué nos puede ayudar?:
·         Intentar expresar la emoción en un contexto apropiado. Siendo conscientes de que a veces eso sólo permite un desahogo sin que se pueda esperar cambio o resolución alguna.
·         Subordinar nuestro comportamiento a nuestro objetivo fundamental o básico. Si estoy buscando el consenso eludiré el empecinamiento que me reclama la certeza de estar en lo correcto, para desenvolverme en el ámbito de la negociación.
·         La conducta decidida según nuestro estado emocional deberá ser consecuente con nuestros criterios y valores.
·         Nos expondremos a nuestras propias emociones entendiéndolas como algo subjetivo y personal, y por lo tanto superables. “Aunque me pone nervioso (me da miedo) hablar en público, saldré ahí y daré mi conferencia”.
En definitiva, ni debemos obstruir nuestras emociones ni debemos permitir que estas nos impongan el carácter o comportamiento que proyectamos hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Goleman diría aquí, que nuestras emociones son parte de nuestra inteligencia, que son información que explicita situaciones que nuestra razón ha de atender.
En definitiva y simplificando, como prometí al principio, si quieres una conducta ganadora deja entrar en tus decisiones, no al corazón, no al cerebro, sino al corazón y al cerebro.

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