RICOBLOG

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sábado, 1 de enero de 2011

CARTA A UN MAGO (no sé si Rey)

Tras la tradicional cena de fin de año con mis hijos, compuesta de langostinos, carabineros, un poco de jamón ibérico y un suculento filete de buey, regado como se dice ahora con un maridaje adecuado con el mejor vino de mi corta bodega, después de las atragantantes ( sé que es un palabro no autorizado por la RAE) uvas y un brindis con un refrescante cava (que no champagne), decidí tomarme una infusión digestiva y relajante a la vez.
Ante fecha tan señalada decidí que la ocasión merecía algo especial, así que busqué y desempolvé una vieja tetera que hace muchos años adquirí en un más que peculiar bazar de Marrakech y que nunca antes había utilizado.
Tras localizarla y desembalarla no podía sino limpiar tan magnífica pieza que como no podía ser de otra manera estaba recubierta de polvo, y en ese momento sucedió lo fantástico, al frotarla con un paño surgió una gran nube que se fue configurando en lo que parecía un “geniecillo”, como en los cuentos, aunque este parecía de verdad.
Con una voz grave y profunda pero tranquilizadora se dirigió a mí diciéndome: “soy un genio autorizado a conceder tres deseos, pero si soy liberado en fecha tan señalada, puedo conceder hasta diez". ¡Tú me dirás!
-       ¿Puedo pedir diez cosas?
-       En efecto.
-       ¿Y las debo pedir en el orden que las prefiera?
-       En absoluto, me ocuparé de todas ellas, ¿Qué quisieras mejorar?
Admitiendo que el orden no era importante le formulé mis deseos:
1.    Los desastres naturales y la vulnerabilidad medioambiental.
2.    El hambre en el mundo.
3.    Las enfermedades incurables.
4.    Las guerras.
5.    El terrorismo.
6.    Los maltratos.
7.    El tráfico de drogas.
8.    La política sin principios.
9.    La economía sin moral.
¿Podrás encargarte de todo ello?
Antes de responderte he de decirte que te falta un deseo, ¿No quieres nada para ti?
Sí, mi décimo y último deseo es que te olvides de mí y toda tu fuerza la dediques a los nueve primeros deseos.
No puedo asegurarlo, pero me pareció como si el genio se “rascara” la cabeza y con un gesto de escepticismo me dijo: “veré que puedo hacer por ti, pero todo lo que me pides o lo hacéis vosotros o no hay quién lo haga” y la nube se desvaneció desapareciendo dentro de la tetera.
Después de eso, la experiencia no fue ni digestiva ni relajante, me acosté pero fue una noche en la que dormí tenso y dando múltiples vueltas en la cama (que no me suele suceder) y por la mañana me levanté con la boca seca y un agrio sabor.
No lamentaba haber perdido al menos nueve deseos, lamentaba lo difícil que iba a resultar que las cosas mejoraran cuándo un genio tan especial renunciaba a intentarlo.
Tal vez lo asusté al ponerle por delante una obra tan ingente, seguramente el camino es ir poco a poco, aportando, todos y cada uno, pequeñas soluciones en busca de un mundo mejor.

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