Hoy ha sido día de fiesta grande en el Senado, por primera vez en la historia, sus señorías tuvieron que utilizar un pinganillo para poder entenderse en el Pleno del Parlamento de la Cámara Alta.
Lo de la fiesta, que me parece cuando menos irónico, es porque hoy los 263 Senadores que se entienden perfectamente hablando en castellano, por cierto idioma oficial de España, han precisado de la asistencia de 7 traductores simultáneos, que se repetirá en cada sesión del Senado, para “supuestamente” entenderse. Por cierto lo de los 263 Senadores es el censo y no las asistencias reales, que al menos hoy, por pinganillo o no, ha sido ostensiblemente menor, eso sí los 7 traductores debían estar
Las primeras reacciones que hoy han podido registrarse, son como algunos ejemplos siguientes manifiestan:
“Yo no pienso ponerme el pinganillo. El Senado es una institución del Estado y aquí se habla en castellano. No voy a entrar en el Pleno y hacer el ridículo” (no puedo asignar esta declaración a nadie concreto, pero me suena a PP).
En la bancada socialista también había deserciones, menos que en el PP pero también con algún rebelde que no hizo uso del auricular. Tampoco es menos cierto que se hayan registrado ausencias significativas en el salón plenario cuando el senador del PSC, Ramón Aleu, subió a la tribuna a las ocho menos diez de la noche para explicar en catalán una moción para instar al Gobierno “a intensificar los planes acordados entre el Ministerio de Educación y las Comunidades Autónomas”.
Del Gobierno solo estuvo presente la senadora y ministra de Sanidad, Leire Pajín, quién, al menos al principio, no se puso el pinganillo, según fuentes socialistas porque entiende el catalán. La ministra de Ciencia, Cristina Garmendia, abandonó el Pleno justo cuando empezaba Aleu a hablar.
No voy a entrar en juicios de valor sobre si la pluralidad cultural de este país precisaba de tal demostración, ni tampoco me manifestaré de que, en caso de que fuese necesario, sea el colectivo político el canal idóneo para hacerlo, pero tengo la sensación de que supone, cuando menos, un alarde económico poco afortunado en momentos de crisis cómo los que estamos viviendo y lo cierto es que estoy pensando en los 350.000 Euros que el Senado va a “GASTAR” este año 2011 en esas traducciones simultáneas, dinero que podría evitar temas como la congelación de las pensiones (por ejemplo).
Supongo que al final se trataban de los últimos coletazos de la Navidad, pero, hoy, todos buscaban su pinganillo y la manera de poder entender los debates parlamentarios. Y es que la imagen estaba en el salón de plenos. Como si de un regalo de Reyes Magos se tratara, todos los senadores se encontraron en su escaño, después de regresar de las vacaciones de Navidad, un pequeño cablecito con un auricular. Pero parece que este regalo no ha entusiasmado a sus señorías.
No me gustaría parecer ácido, pero si generalmente cuesta entender lo que dicen, ahora va a resultar más complicado y por supuesto bastante más caro.
La verdad es que no se cómo podría realizarse, pero me encantaría hacer la pregunta y conocer la respuesta de nuestra clase política, sobre la necesidad y oportunidad de lo que, al menos a mí, me parece un despilfarro nada cercano a las necesidades de los gobernados, es decir, nosotros.
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