RICOBLOG

RICOBLOG

domingo, 25 de marzo de 2012

PERSONALIDAD Y REPUTACION ¿QUÉ HACE A QUE?


Nada de lo que una persona piensa o siente puede ser tratado por ciencia alguna en términos absolutos, pertenecen a un ámbito en el que no cabe la unanimidad, son múltiples las variables que condicionan como pensamos y sentimos cada uno de nosotros, esto nos sitúa en el terreno de las percepciones, es decir, pasamos al mundo de la interpretación y lectura de los hechos que observamos; la realidad de unos no es coincidente con la de otros, la realidad de cada uno se sustenta en cómo ve las cosas y este “como ve…” se nutre de los conocimientos y experiencias individuales.
Desde esta premisa me propongo abordar los términos “personalidad” y “reputación”. El afamado autor de múltiples libros de autoayuda Dale Carnegie, dijo: “Preocúpate más por tu carácter que por tu reputación. Tu carácter es lo que realmente eres, mientras que tu reputación es solo lo que otros creen que tú eres”.
El carácter define tu personalidad y alude a aquello que individualiza el modo de ser de cada persona en particular y es fruto del aprendizaje social. Es el escaparate en el que exponemos los hábitos de comportamiento que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida.
La base de nuestra reputación (y que coloquialmente también llamamos fama o prestigio) está en lo que proyectamos y aunque pueda llegar a ser una aproximación a la realidad, suele o puede comportarse como un espejo borroso que puede distorsionar tanto nuestras virtudes como defectos. Sin embargo, también puede suceder que no conozcamos con exactitud cuál es nuestra reputación ya que aunque nace en lo que hacemos y decimos, crece en función de los demás y desde luego no siempre somos conscientes de lo que opinan sobre nosotros.
Por tanto, la reputación es como una sombra que nos sigue, es un elemento más en el camino de nuestra superación en el que encontramos buenos y malos momentos; en todos ellos ponemos en juego nuestras actitudes innatas, pero haremos mal si olvidamos que también tenemos la facultad de modelar nuestra personalidad y adaptar nuestras conductas a las diferentes situaciones ante las que nos encontremos, es aquí donde entra en escena el aprendizaje, el único motor del cambio y por ello la única posibilidad de modelar nuestra personalidad.
Y no debiéramos olvidar que uno de los problemas que nos encontramos con frecuencia en el camino de la superación personal es la importancia extrema que le damos a que nuestro “cambio” sea evidente para los demás. Admito que lo que otros puedan pensar sobre nosotros puede llevarnos a desarrollar conductas limitantes, por eso hemos de discernir entre tener un buen carácter o personalidad y una buena reputación. En mi opinión esta dicotomía solo tiene una solución favorable y es que más importante que crecer como persona ante los demás, que lo es, es fundamental crecer ante uno mismo.
Es cierto que de todo se puede aprender, con mayor o menor precio personal, pero creo que la reputación que nos otorgan los demás no es la fuente ideal de la que inferir aprendizaje, nos puede conducir a la duda, a la confusión e incluso al temor de no ser para los demás como nos gustaría que nos vieran. Sin embargo, pienso que el aprendizaje puede determinar nuestra reputación al ayudarnos a forjar nuestro carácter o personalidad y lo hará desde nuestra autenticidad, que solo será tal si con ella nos sentimos cómodos.
Si tomamos la “Ricura” de esta Semana de Stephen Covey que dijo: “Primero formamos nuestros hábitos, luego nuestros hábitos nos forman a nosotros”, la primera parte de la frase estaría hablando de nuestro aprendizaje y la segunda sería determinante de nuestra reputación.
Exprimir toda situación ante la que nos encontremos, para extraer el máximo jugo posible a nuestros conocimientos y experiencias, fortalecerá nuestro aprendizaje y contribuirá a moldear nuestra personalidad y si lo hacemos de forma positiva, con rectitud, firmeza, honestidad y humildad, la buena reputación vendrá sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario