Curioso nombre
común que junto con su adjetivo, tramposo o tramposa, parece que lo hemos
convertido en algo privativo de la especie humana; nada más lejos de la
realidad, en cualquier ser orgánico y es probable que incluso entre los
inorgánicos, siempre existen determinadas especies o subespecies con las
características propias del tramposo y por tanto que se vale o utiliza la
trampa como parte esencial de su forma de vida.
Todo apunta a que
una trampa es algo irregular, y realmente es un artificio para engañar,
exactamente es un ardid para alcanzar determinados logros o al menos es lo
primero en lo que piensas cuando escuchas ese término, las preguntas claves
serían ¿Y eso lo hace el ser humano?, ¿Solo lo hace el ser humano?
En mi opinión el
concepto “trampa” no es algo inventado por el hombre sino aprendido de la
naturaleza, es la naturaleza la que es tramposa o por lo menos lo son y lo
somos un gran número de los que forman o formamos parte de ella, no cabe duda
que podemos encontrar determinados compuestos minerales, plantas, aves,
mamíferos o no de condición acuática y por supuestos mamíferos y herbívoros
terrestres entre los que nosotros nos encontramos.
La naturaleza, la
vida, en definitiva una biología molecular nada condicionada, tras el estudio
de sus condiciones vitales y de sus propiedades de supervivencia, convendrá la
incontable cantidad de trampas que el reino mineral, vegetal y animal nos
ofrece.
¿Cómo surge y se
materializa la lava, cuantas plantas expelen su aroma y colores para ser
polinizadas o alimentarse de quién se acerca a ellas, cuantos animales
despliegan sus mejores armas ante la caza? Sin duda son preguntas con pocas
respuestas pero que legitiman su extensión al ser humano.
Y es que la “trampa”
también ¡es malicia!, te arrastra con una especie de parásito, es como un virus
inevitable, te empuja y te atrapa en su propia trampa, la trampa es trampa, te
enreda y te recomienda atajos, caminos teóricamente más rápidos pero al final
confusos, imprecisos o desacertados.
¡Veamos! Si nos
circunscribimos a la especie humana habremos de aceptar ciertas acepciones de
la RAE, como artificio para cazar, infracción maliciosa de las reglas vigentes,
actitud para burlar o perjudicar a alguien, incluso deuda cuyo pago se demora.
Es evidente que en
algunas de estas definiciones no caben las flores, los insectos y ni muchos de
los seres vivos, aunque algunos cabemos siempre y no es que nos hayamos quedado
con el término como propio del ser humano, es que lo hemos abanderado.
Esto nos lleva a
manejar conceptos como el de “trampa legal” o acto ilícito que se cubre o
reviste con apariencia de legalidad, o “sin trampa ni cartón” que expresa que o
no existe engaño alguno u otra expresión como “caer o no caer en la trampa” que
implica haber, o no, claudicado ante el engaño que nos presenta la presunta
realidad o deseo.
Lo que es evidente
es que hay una clara o gran diferencia entre un ámbito y otro, la “trampa” en
el género no humano se circunscribe a un aspecto de supervivencia; en el del
ser humano puede y suele estar vinculado al logro y lo peor aun ligado a ¡Caiga
quien caiga”.
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