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miércoles, 14 de mayo de 2014

PEGARSE CON UNO MISMO



Entre nuestras expresiones es fácil encontrar términos como “fuerza de carácter”, “fuerza de voluntad”, “fuerza mental”, “fuerza mayor”, “a fuerza de…”, etc., parece que el elemento fuerza está llamado a ser algo importante en nuestras vidas, tan importante que incluso llegamos a hablar de “pegarse con uno mismo” ¿Es autolesión, autoagresión, falta de amor por uno mismo,..? Se trata de reflexionar sobre ello.


Para empezar yo creo que se da una fuerte contradicción, tenemos miedos pero peleamos, nos adornamos pero nos evaluamos negativamente, gritamos pero enmudecemos, es como si viviéramos en una frágil armonía con nosotros mismos. No es contradictorio y por tanto no supone pegarse con uno mismo el hecho de subir unas veces y bajar otras, correr o descansar en ocasiones, estos son simplemente turnos, no puede mantenerse una misma actividad de forma permanente.


Es bastante probable que la autoagresión que supone el pegarse con uno mismo sea motivada por un determinado nivel de depresión, aunque no necesariamente, en cualquier caso todo apunta a que existen dos claras situaciones: la agresión auto lesiva y la agresión pasiva.


La primera de ellas es sin duda punible, demuestra abiertamente el deseo de ocasionarse un perjuicio, de provocarse o infringirse un daño, de herirse, de transformar el dolor y la tristeza en ira, aunque haya que matizar que el que fue educado y ejemplar seguirá siéndolo aunque de una forma airada, por el contrario quién ya tuvo dificultades previas con su carácter antes de su autoagresión, no solo las mantendrá sino que las acentuará.


La otra de las situaciones era la agresión pasiva, si buscáramos algunos adjetivos para esta conducta deberíamos acordar el ser una conducta indirecta e inadecuada, una conducta que nos quita más que nos da, que nos inhibe de nuestra verdadera responsabilidad enterrándola u ocultándola y que nos presenta como verdaderos “castigados” junto a nuestro sacrificio y a nuestro dolor.


Ni la punitiva ni la no-deseada son conductas ansiadas, de una u otra manera ambas te llevan a la irritación y esta no deja de ser una respuesta desmesurada, en ambas, tal vez más en una que en otra, se muestra la carencia de ciertos frenos a la rabia y la ira, dando paso a la alteración de la forma habitual de comportamiento, lo que hace que ninguna de ellas sean deseables.


La punitiva ¡No y con mayúsculas! La no-deseada ¡No y con mayúsculas mayores que la anterior”! Si la punitiva resulta recriminable, que lo es, la no-deseada resulta peligrosa, es como si la punitiva la vieras venir porque viene de fuera, pero la no-deseada como indirecta actúa a escondidas, desde dentro, tú no la notas y a los demás les sorprende.


Curiosamente ante el doble problema la solución es triple: Proponerte luchar contra la agresión punitiva, clara, directa y en busca de infringirte un perjuicio, desear una pelea contra lo indefinido o agresión no-deseada que atenta contra tu propia personalidad y por último evitar ambas agresiones.


Lo que es cierto es que resulta absolutamente falso suponer que la mejor de las soluciones reside en entregarse a la pelea, también admito que la dificultad reside en evitarla, esa es la verdadera pelea, la otra es artificiosa y nos conduce al disimulo.


Si de verdad quieres pelear hazlo contigo mismo y no con tus circunstancias, se tú y no lo que dicten los demás.

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