(Historia
de ficción con todos los personajes inventados y cuyo parecido con la realidad
sería pura coincidencia. Jajaja…)
Una mañana más entregado al escozor de abrir los ojos
ante un nuevo despertar, rendido a la pereza muscular de recuperar el tono
adecuado, abatido, somnoliento, con llagas en los oídos de escuchar mis propios
reproches; roto, como desdoblado en doble personalidad escucho los “sies y los noes”
de lo que debe y lo que no debe ser, de lo que me conviene y lo que no, maldiciendo y agradeciendo los sentimientos
experimentados en un enfrentamiento permanente conmigo mismo. Es
tal el caos que se apodera de mí, que desearía darme la vuelta, cerrar los ojos
y seguir durmiendo, pero no es posible, el proceso de vivir un nuevo día se ha
iniciado y es irreversible.
Un día más deberé asistir a la confrontación, ya
habitual, entre mi parte emocional y mi parte racional, cada una de ellas con
sus argumentos y sus convicciones, desplegando su velo protector pero dejándome
en medio de esa pelea entre lo que siento y lo que pienso, como si sus verdades
fuesen únicas y absolutas y no cupiesen otras, pero… ¿Cuál es mi verdad?
No sé si es cierto o no pero hay quién dice que algunas
vidas están vinculadas por el tiempo; en mi opinión lo que en verdad pretende
expresar es la posibilidad de sentir una conexión con otras vidas que
pertenecen o pertenecieron a otro momento, incluso a otra época.
En la mitología griega la “Esfinge” era un monstruo con
rostro de mujer; pecho, patas y cola de león, alas de pájaro y que tenía el
rostro pálido, la boca llena de veneno, ojos como brasas encendidas y las alas
siempre manchadas de sangre.
La Esfinge había aprendido el arte de formular enigmas de
las Musas, ya que era propio de las Musas el manejar las palabras con belleza,
esto es, a través del canto. Por ejemplo se dice que llegó a formular un
acertijo que decía: Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo, que
tiene sólo una voz, y es también trípode. Es el único que cambia su aspecto de
cuantos seres se mueven por tierra, aire o mar. Pero, cuando anda apoyado en
más pies, entonces la movilidad de sus miembros es mucho más débil.
Dicen que Edipo la respondió: Escucha, aun cuando no quieras,
Musa de mal agüero de los muertos, mi voz, que es el fin de tu locura. Te has
referido al hombre, que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del
vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo, alcanza su madurez como bípedo
y, al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado
por la vejez.
Según cuenta la leyenda, Edipo sorpresivamente pudo
resolver los enigmas que le fueron planteados; la Esfinge, entonces, despechada
y vencida se lanzó desde lo alto de una roca y se suicidó. Ante esto, Tebas
hizo rey a Edipo y propiciaron su enlace matrimonial con su reina Yocasta,
quién era la verdadera madre de Edipo.
Tras este paréntesis mitológico vuelvo a mi propia
realidad y a mis sentimientos: analizo, investigo, reflexiono, me pregunto ¿Qué
me da? ¿Qué me oculta? ¿Qué conozco de ella y qué no?, estas y un sinfín de
preguntas más pero la mayoría sin respuesta.
Después de estas reflexiones y preguntas solo puedo
quedarme con la acepción de la RAE de “ser o parecer una Esfinge” para
referirse a la persona que adopta una actitud reservada o enigmática. Esta
situación descarta bastantes preguntas y me conduce a una sola ¿Puede aportarme
algo su reserva o enigma?
¡No lo sé!, pero ni lo sé ni me importa, solo sé que ¡ME
ENAMORÉ DE LO QUE YO LLAMO UNA ESFINGE! A lo mejor debía darle otro nombre, es
probable que no sea amor, puede ser un espejismo. No quiero ni averiguarlo sigo
pensando que me enamoré de una Esfinge, me atrae y me…
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