Aún hace poco
más de un mes que arrancó el nuevo año y ya empezamos a notar algunas tensiones,
cierto desasosiego al que terminaremos acostumbrándonos como solemos hacer cada
año; de un lado hemos venido alentando nuestro deseo de eliminar o atemperar
determinados hábitos que en alguna medida nos incomodan pero a la vez
presentimos que el remolino de la cotidianeidad ejerce cierta fuerza
succionadora sobre ellos. El resultado es vernos transitar entre el entusiasmo
y la ansiedad.
Lo cierto es que
cada año que empieza nos empuja a buscar lo que aquí he llamado plenitud, pero
que sin perder la esencia de lo buscado podríamos calificar de “sentirnos
realizados”, “sentir que nuestra vida tiene sentido”, “que quienes somos
importa a los demás” o “que somos capaces de disfrutar de la vida que tenemos”,
en definitiva sentirnos llenos de vida.
Pero la “plenitud”
implica totalidad, apogeo, momento álgido o culminante de algo lo que nos
impulsa a identificarla como un reto, una meta; esto me hace dudar que la
“plenitud” exista como un estado a alcanzar, la vivimos como la pieza que nos
falta para completar el puzle vital deseado, el problema es que obtenida la
pieza deseada surgen nuevas ambiciones, nuevas piezas a lograr que hacen que la
“plenitud” deseada se desvanezca.
Dado que este
estado carencial puede ser más frecuente que el plenamente satisfactorio,
propondría a la RAE la admisión del término “implenitud”, desde luego contenido
tiene; no me siento mal utilizando un término académicamente incorrecto, el
insigne Fernando Lázaro Carreter, el del dardo en la palabra, insigne filólogo
y Director de la RAE utilizaba con bastante frecuencia el término “espureo”,
adjetivo no contemplado por la Academia, cuando debía utilizar “espurio”.
Desde mi prisma la
“implenitud” es el vértigo que nos produce el considerar que es “el ahora” el
momento único y preciso en el que deseo y necesito de algo, y si no lo tengo
pasa a ser un momento perseguido, anhelado, un sitio por descubrir, al que tal
vez llegaré o no “mañana”, pero esa sensación no hace sino alimentar la brecha
entre lo ansiado y lo posible.
¿Qué tal si te
imaginas que esa manera de mirar tu vida no es fiel reflejo de tu existencia?
El cuadro es tan cuadro como el anterior, la escultura es también escultura
como antes, ¿Deseas dejar de ser persona? El antídoto pasa por el
convencimiento de que ni antes, ni ahora, ni luego; tú eres tu plenitud y nada
te falta.
La vida no es una
carrera por ganar, es un indescriptible e irrenunciable camino a recorrer. El
sentirte pleno no es incompatible con tener anhelos, en definitiva deseos y
metas; si realizas este ejercicio desde tu parte consciente tu relación con la
vida sufre un cambio importante, ya no buscas porque no has perdido nada y por
el contrario lo que haces es apreciar la plenitud de tu “Ser”.
Esta práctica que
tal vez te resulte inimaginable o difícil de llevar a cabo te va a acercar a tu
plenitud, porque la experiencia no hace sino aproximarte a tu verdadera
esencia, a quién realmente eres. ¡Tú eres quién decide si deseas tener una
verdadera energía vital, o no!
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