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miércoles, 19 de febrero de 2014

GESTIONANDO LAS EXPECTATIVAS



Creo que en algún momento de mi Blog me he referido circunstancialmente a las expectativas, hoy quiero hacerlo de forma directa, no sé si es por casualidad o por causalidad pero es una pregunta recurrente en nuestro devenir, constantemente nos preguntamos ¿Qué esperamos de nosotros a lo largo de nuestra vida?

He escrito sobre la plenitud, la ambición, el vacío y un montón de cosas más, es una pelea entre la satisfacción de tener o la carencia de no poseer, o al menos de no tenerlo en la medida deseada: Un deseo o un optimismo de ser poseedor de ciertas habilidades me convierte en superior ¿Cómo aproximarme a mis expectativas sin caer en un fácil optimismo?

Cada año tenemos determinadas expectativas de futuro, esperamos lo mejor de nosotros, es el momento de despuntar y todo el mundo ha de ser consciente de quiénes somos y qué somos capaces de hacer, pero en este recorrido hemos de tener en cuenta que tropezaremos con elementos incontrolables, unos conocidos pero que no dependen de nosotros y otros que dependen de nosotros pero nos resultan desconocidos.

Perseguiremos aquello que entendamos representa una expectativa adecuada a nuestra meta y le supongamos el beneficio razonable al esfuerzo preciso, porque toda meta, todo logro se consiga o no, exige una mínima voluntad y unas dosis de energía.

Una expectativa lo será en la medida que sea motivacional, una motivación coherente con uno mismo, para ello deberemos definir si nuestra motivación lo es al logro (sentirse realizado), motivación al poder y autoridad (tener estatus y prestigio) o motivación a la asociación o afiliación (sentido querido por la gente).

Dentro de las expectativas también conviven los errores, inevitables cuando estos son aleatorios como los de suposición, pero estos me hacen competente en un mundo impredecible como el actual y pueden ser unos grandes maestros ya que de todo se aprende.

Finalmente nos encontraremos con la importancia que le demos y le den los demás, no importa si la expectativa se ha convertido en un logro exitoso o no; el esfuerzo necesario para lograr algo puede no ser valorado e incluso puede ser valorado negativamente.

Como dijo Benjamín Franklin: “El que compra lo superfluo pronto tendrá que vender lo necesario”. Es decir, el que se motiva solo por los éxitos en épocas de escasez se venderá en su esencia; aunque niego que podamos vivir en un sendero sin éxito por escasos o poco exigentes que sean.

En fin, que el optimismo racional nos lleve a atemperar las expectativas para no caer en la desmotivación, a aceptar un determinado nivel de error que todo el mundo considerará natural y a valorar el esfuerzo con independencia del logro alcanzado, puede parecer un juego de palabras pero se trata de ser al hacer y no de hacer para ser.

Huyamos de la ansiedad de tener expectativas que cubran las carencias que año tras año venimos demostrando o demostrándonos, pensemos que como ser humano somos un ser único y además no solamente somos racionales, ni solamente somos emocionales.

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