Creo que en algún
momento de mi Blog me he referido circunstancialmente a las expectativas, hoy
quiero hacerlo de forma directa, no sé si es por casualidad o por causalidad
pero es una pregunta recurrente en nuestro devenir, constantemente nos
preguntamos ¿Qué esperamos de nosotros a lo largo de nuestra vida?
He escrito sobre la
plenitud, la ambición, el vacío y un montón de cosas más, es una pelea entre la
satisfacción de tener o la carencia de no poseer, o al menos de no tenerlo en
la medida deseada: Un deseo o un optimismo de ser poseedor de ciertas
habilidades me convierte en superior ¿Cómo aproximarme a mis expectativas sin caer
en un fácil optimismo?
Cada año tenemos
determinadas expectativas de futuro, esperamos lo mejor de nosotros, es el
momento de despuntar y todo el mundo ha de ser consciente de quiénes somos y
qué somos capaces de hacer, pero en este recorrido hemos de tener en cuenta que
tropezaremos con elementos incontrolables, unos conocidos pero que no dependen
de nosotros y otros que dependen de nosotros pero nos resultan desconocidos.
Perseguiremos
aquello que entendamos representa una expectativa adecuada a nuestra meta y le
supongamos el beneficio razonable al esfuerzo preciso, porque toda meta, todo
logro se consiga o no, exige una mínima voluntad y unas dosis de energía.
Una expectativa lo
será en la medida que sea motivacional, una motivación coherente con uno mismo,
para ello deberemos definir si nuestra motivación lo es al logro (sentirse
realizado), motivación al poder y autoridad (tener estatus y prestigio) o
motivación a la asociación o afiliación (sentido querido por la gente).
Dentro de las
expectativas también conviven los errores, inevitables cuando estos son
aleatorios como los de suposición, pero estos me hacen competente en un mundo
impredecible como el actual y pueden ser unos grandes maestros ya que de todo
se aprende.
Finalmente nos
encontraremos con la importancia que le demos y le den los demás, no importa si
la expectativa se ha convertido en un logro exitoso o no; el esfuerzo necesario
para lograr algo puede no ser valorado e incluso puede ser valorado
negativamente.
Como dijo Benjamín
Franklin: “El que compra lo superfluo pronto tendrá que vender lo necesario”.
Es decir, el que se motiva solo por los éxitos en épocas de escasez se venderá
en su esencia; aunque niego que podamos vivir en un sendero sin éxito por
escasos o poco exigentes que sean.
En fin, que el
optimismo racional nos lleve a atemperar las expectativas para no caer en la
desmotivación, a aceptar un determinado nivel de error que todo el mundo
considerará natural y a valorar el esfuerzo con independencia del logro
alcanzado, puede parecer un juego de palabras pero se trata de ser al hacer y
no de hacer para ser.
Huyamos de la
ansiedad de tener expectativas que cubran las carencias que año tras año
venimos demostrando o demostrándonos, pensemos que como ser humano somos un ser
único y además no solamente somos racionales, ni solamente somos emocionales.
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