RICOBLOG

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miércoles, 5 de febrero de 2014

MIS QUIMERAS: "Mi Obra de Teatro"



Decidí escribir una obra de teatro que reflejase mi vida futura, una obra que debía ser corta y sencilla, una obra fácil para todo el mundo, pero pronto me di cuenta de que desde luego no sería fácil para mí, me iba a ser más complicado de lo que imaginaba, ¿Cuantos actos tendría? ¿Cómo se titularía?


Mi elección pasó por escribir tres actos y el título dependería del desarrollo y contenido de dichos actos, el cual no tenía nada claro para cada uno de ellos salvo que hablaría de mis ansiedades y mis miedos.


De lo único que fui consciente es que no podía seguir dando vueltas y más vueltas así que comencé mi propósito de escribir la que sería “mi obra”, dando forma al primer acto. En el escenario aparecerían mis circunstancias o aquellas que yo denominada como tales, mis deseos y mi entusiasmo.


La escena cumbre se basó en mi intención de abrazar todo aquello que anhelaba y desprenderme de los hábitos que me lastraban y me impedían progresar en la vida. El acto breve y sencillo como me había propuesto, finalizaba en una danza de pasión y frenesí por afianzar mis preferencias.


Con el segundo acto empiezan a surgir nuevos personajes como los retos, luchas, amenazas y situaciones confusas, junto a las emociones o pensamientos que provocan y que no son otros que la incertidumbre, la perplejidad o la indecisión.


Todos juntos en una alborotada coreografía cierran el acto recordándome machaconamente mis desafíos, mejor dicho mi inconsistencia ante los desafíos propuestos, ¿Un tú quieres o un tú puedes ser?


El tercer y último acto no es sino un desenlace de los dos anteriores que establecen y encaran la trama, es la consecuencia o conclusión de las premisas enunciadas en los dos primeros actos y el tercero me dice que no es por aquí las cosa y que de esta manera no voy a lograr lo proclamado en el primer acto.


Escrita la pauta o guión de “mi obra” llega el momento de ponerle título, aunque ante el supuesto desenlace se merece uno del tipo “Compañero de la mala suerte”, “No esperes más de mi vida”, “Yo y mis circunstancias”, etc., pero yo quiero un título positivo, no quiero pertenecer a ese grupo de personas que lo viven y repiten una y otra vez, desde la frustración hasta la desesperación.


La única solución que me queda es la de reescribir “mi obra”; una obra en la que el primer acto lleno de esperanza y de lucha puede ser básicamente el mismo que escribí originalmente, sin embargo, el nuevo segundo acto difiere ostensiblemente.


Desaparecen la incertidumbre, la perplejidad y la confusión, apareciendo en escena la “no cesión” que nos acerca más a nuestra libertad y al poder, y la “no resignación” que te hace aun más dueño de tu energía, ambas te llevan más allá de tu mente y tus dudas, solo sabes que te son desconocidos con antelación los cómo, los dónde y los cuándo.


La resolución del tercer acto es inmediata, viene inferida por la conducta desplegada en el segundo acto, es positiva, sin miedos, primero actúas y después miras los resultados obtenidos, te reafirmas en el incuestionable entusiasmo y mérito de la experiencia adquirida. ¡Ahora sí!, ahora puedo buscar para “mi obra” un título que exprese mi estado de ser, optimista y lleno de vida.


La mejor conclusión que obtuve es que “mi obra” será lo que yo decida y que la clave reside en mi forma de escribir el segundo acto, Al fin y al cabo solo he escrito dos versiones, con un primer acto idéntico y un tercero que es el desenlace del segundo, solo tengo un acto que escribir que se adapte a mis deseos y a mis retos.


¡Sé que si escribo mi segundo acto tendré “mi obra”!

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