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miércoles, 18 de diciembre de 2013

ENVEJECER O MADURAR



Esta mañana al levantarme he puesto la radio mientras desayunaba, como suelo hacer bastante a menudo y allí estaba él, parecía que alguien le hubiese comentado que este domingo había sido mi sexagésimo segundo cumpleaños y desease hacerme algunas recomendaciones, escuché cada vez más atento, notando como me llegaban los mensajes de Serrat:

“Consume la vida a granel… Todo está por descubrir… Si la rutina te aplasta dile que basta de mediocridad… No mires desde la ventana y siéntate al festín… Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien… Hoy puede ser un gran día, y mañana también”.

Como no podía ser de otra manera mi cerebro se puso en marcha dando forma a diferentes tesis en torno al envejecimiento y cómo afrontarlo.

¿Miedo? ¡Sí!; las personas tenemos muchos miedos y entre los más frecuentes está el miedo a envejecer, miedo que en algunos casos alcanza el grado de pánico y es que mucha gente ve el envejecimiento como una maldición en lugar de algo que aunque inevitable no es un castigo; envejecer es un proceso natural y se puede encarar con más o menos armonía.

Por otro lado, de las definiciones de envejecimiento que he podido encontrar, que no han sido pocas, mi elección ha recaído en la que dice que: “Envejecer supone que una persona parezca más vieja de lo que en realidad es, y es que algunos envejecemos porque no maduramos” y esto se produce cuando nos cerramos a las nuevas ideas y nos volvemos radicales, probablemente porque lo nuevo nos asusta. Envejecemos si dejamos de luchar y cuando pensamos demasiado en nosotros mismos, lo que nos lleva a olvidarnos de los demás.

Tasa de natalidad, tasa de mortalidad, tasa de interés, tasa de paro y muchas, muchas tasas más, todas ellas utilizadas como elementos de medida, sin embargo, no he encontrado ninguna referencia a la tasa de envejecimiento, es cierto que en la última mitad de siglo pasado le hemos ganado un montón de años a nuestra vida, dato que va directamente a mejorar la tasa de mortalidad pero que no nos da información sobre si esos años que hemos ganado los empleamos en envejecer o en madurar.

Creo que nadie se ha atrevido a baremar una teórica tasa de envejecimiento, seguramente debido a la complejidad del concepto y variables intervinientes, al menos: edad, estado de salud y actitud mental. Existen personas que todos llamaríamos jóvenes pero que se comportan como si estuviesen al final de su vida, carecen de deseos, no poseen ideales, adolecen de alegría y les da lo mismo quedarse en la cama que levantarse, total para los planes que tienen… 

Pero también todos conocemos a alguna persona que por su edad o aspecto físico podríamos llamar “anciana” pero que se gana a pulso el sobrenombre de “increíble” por su actitud; se apuntan a cursos y talleres, excursiones y todo tipo de actividades, viven a tope, quizás como no pudieron hacerlo en su momento. Los expertos dicen que más importante aún que la cantidad de años adicionales  que los adelantos puedan propiciar, es la calidad de vida que se logren para los mismos.

Hace ya algunos años, no demasiados, que asumí que en la juventud aprendemos y en la madurez comprendemos y aunque es cierto que la edad va angostando nuestra juventud, es nuestra voluntad y actitud las protagonistas de convertirla en envejecimiento o madurez.

Yo este domingo cumplí 62 años y tanto tú como yo seguiremos cumpliendo años, tú con los tuyos puedes, si así quieres, envejecer. Yo con los míos intentaré seguir madurando.

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