Esta mañana al
levantarme he puesto la radio mientras desayunaba, como suelo hacer bastante a
menudo y allí estaba él, parecía que alguien le hubiese comentado que este
domingo había sido mi sexagésimo segundo cumpleaños y desease hacerme algunas
recomendaciones, escuché cada vez más atento, notando como me llegaban los
mensajes de Serrat:
“Consume la vida a
granel… Todo está por descubrir… Si la rutina te aplasta dile que basta de
mediocridad… No mires desde la ventana y siéntate al festín… Pelea por lo que
quieres y no desesperes si algo no anda bien… Hoy puede ser un gran día, y
mañana también”.
Como no podía ser
de otra manera mi cerebro se puso en marcha dando forma a diferentes tesis en
torno al envejecimiento y cómo afrontarlo.
¿Miedo? ¡Sí!; las
personas tenemos muchos miedos y entre los más frecuentes está el miedo a
envejecer, miedo que en algunos casos alcanza el grado de pánico y es que mucha
gente ve el envejecimiento como una maldición en lugar de algo que aunque
inevitable no es un castigo; envejecer es un proceso natural y se puede encarar
con más o menos armonía.
Por otro lado, de
las definiciones de envejecimiento que he podido encontrar, que no han sido
pocas, mi elección ha recaído en la que dice que: “Envejecer supone que una
persona parezca más vieja de lo que en realidad es, y es que algunos
envejecemos porque no maduramos” y esto se produce cuando nos cerramos a las
nuevas ideas y nos volvemos radicales, probablemente porque lo nuevo nos
asusta. Envejecemos si dejamos de luchar y cuando pensamos demasiado en
nosotros mismos, lo que nos lleva a olvidarnos de los demás.
Tasa de natalidad,
tasa de mortalidad, tasa de interés, tasa de paro y muchas, muchas tasas más,
todas ellas utilizadas como elementos de medida, sin embargo, no he encontrado
ninguna referencia a la tasa de envejecimiento, es cierto que en la última
mitad de siglo pasado le hemos ganado un montón de años a nuestra vida, dato
que va directamente a mejorar la tasa de mortalidad pero que no nos da
información sobre si esos años que hemos ganado los empleamos en envejecer o en
madurar.
Creo que nadie se
ha atrevido a baremar una teórica tasa de envejecimiento, seguramente debido a
la complejidad del concepto y variables intervinientes, al menos: edad, estado
de salud y actitud mental. Existen personas que todos llamaríamos jóvenes pero
que se comportan como si estuviesen al final de su vida, carecen de deseos, no
poseen ideales, adolecen de alegría y les da lo mismo quedarse en la cama que
levantarse, total para los planes que tienen…
Pero también todos conocemos a
alguna persona que por su edad o aspecto físico podríamos llamar “anciana” pero
que se gana a pulso el sobrenombre de “increíble” por su actitud; se apuntan a
cursos y talleres, excursiones y todo tipo de actividades, viven a tope, quizás
como no pudieron hacerlo en su momento. Los expertos dicen que más importante
aún que la cantidad de años adicionales
que los adelantos puedan propiciar, es la calidad de vida que se logren
para los mismos.
Hace ya algunos
años, no demasiados, que asumí que en la juventud aprendemos y en la madurez
comprendemos y aunque es cierto que la edad va angostando nuestra juventud, es
nuestra voluntad y actitud las protagonistas de convertirla en envejecimiento o
madurez.
Yo este domingo
cumplí 62 años y tanto tú como yo seguiremos cumpliendo años, tú con los tuyos
puedes, si así quieres, envejecer. Yo con los míos intentaré seguir madurando.
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