RICOBLOG

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miércoles, 4 de diciembre de 2013

COMO SIEMPRE


A veces estamos tan acostumbrados a que las cosas sean de una determinada manera que no nos planteamos que podrían ser de otra. Justificamos muchas de las cosas que nos suceden con un “como siempre” y lo peor es cuando lo proyectamos hacia nuestro futuro, es como renunciar al protagonismo que debiéramos ocupar en el papel de cómo podrán ser las cosas y las condenáramos de antemano con la desalentadora sentencia de “como siempre”, sentencia que solemos utilizar exclusivamente para todo aquello que nos proporciona resultados insatisfactorios, incluso aunque sea algo que nos sucede por primera vez. Es como un canto a la mala fortuna.

En mi opinión, esta actitud nada plausible ni deseable no refleja rendición ni entrega aunque nos reste posibilidades, más bien quién la experimenta es víctima de un secuestro, alguien que se ha convertido en rehén de lo que solemos llamar “costumbre” aunque tal vez debería decir “malas costumbres” ya que las “buenas” nos proporcionan sensaciones diferentes.

No debemos olvidar que una costumbre es un hábito adquirido por la práctica frecuente de un acto y que muchas costumbres se van transmitiendo de generación en generación hasta convertirse en tradiciones. Por otro lado, teniendo en cuenta que toda persona, en unión de sus costumbres y tradiciones, responde a una determinada estructura mental, emocional y física, vinculadas en estrecha relación, los cambios no resultan cosa fácil.

La costumbre, cualidad simple y sencilla del ser humano, no es igual para todos, cada uno tiene sus costumbres y vive con ellas, para bien o para mal, también atesoramos ciertos automatismos para no volvernos locos, pero sí de nuestra colección de costumbres decidiésemos cambiar cualquiera de ellas nos resultará fatigoso; una vez que ha asumido la consistencia de rutina nos obligará a prestar atención a todo lo que estamos haciendo, y con la disposición y decisión de afrontar cambios en función de aquello que deseemos.

También resulta fácil observar que determinadas costumbres cuentan con aprobación social y otras no aunque sean relativamente comunes, pero también es frecuente que en determinados momentos de nuestra vida deseemos cambiar algo aunque finalmente no lo hagamos y lo dejemos pendiente para “mejor ocasión”, sin duda esta es una situación que deberemos afrontar más de una vez en nuestra vida con idéntico resultado, estamos centrados en la dificultad de cambiar y no en la insuficiencia del empeño que ponemos para lograrlo.

La posibilidad de valernos de la rutina para tratar de economizar tiempo y esfuerzo nos puede llevar a extenderlo a todos los ámbitos de nuestra existencia, pues es más cómodo.

Nuestro cuerpo y nuestra mente son de tendencia rutinaria y tal práctica a veces nos ayuda y otras, incluso, nos beneficia, esto me lleva a que no es necesario pretender desterrarlas totalmente de nuestra vida, pero nos aconseja ser selectivos y utilizar las rutinas que nos resultan propicias y no en función de todas las que nos condicionan como si funcionásemos en modo de piloto automático.

La costumbre es hacer…, hacer…, hacer…, siempre de modo similar lo que nos proporciona, una y otra vez, resultados parecidos, pero es más tóxico aun la costumbre de no hacer…, no hacer…, no hacer…, implica dejar todo para después; puede aparecer ante la duda o miedo a equivocarse ante las diversas elecciones que hemos de realizar. Los que dicen entender de esto lo llaman “procrastinación” y aunque solo sea por la palabra elegida para identificar esta actitud, no me extraña que sea tóxica.

Cuando la rutina nos agobia, es la señal de la conciencia que nos indica que hay que empezar a ser más creativo y cuidadoso, también con lo cotidiano.

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