(Un
paréntesis por la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012)
Olimpiada en sentido originario era una unidad de
tiempo usada en la Antigua Grecia (desde 776 a. C.); en la actualidad
representa el periodo de cuatro años que transcurre entre cada edición de los
Juegos Olímpicos, aunque también es un término utilizado para designar a los
propios juegos.
Es evidente que, por lo común, el éxito alcanzado en
unos Juegos Olímpicos se considera refrendado por el número y color de las preseas
logradas, es decir, por las medallas otorgadas a los tres primeros clasificados
de cada competición, oro, plata y bronce para primero, segundo y tercero
respectivamente. Bueno además en España contamos con un arma secreta: esgrimir
los diplomas olímpicos logrados, que si bien representan un acercamiento a lo
deseado, reflejan el no haber alcanzado la meta aunque se nos vendan como “cuasi-éxitos”.
Por otro lado, y dado que los Juegos Olímpicos son
eventos deportivos multidisciplinarios, a mi entender exigen que los resultados
se analicen más allá del total de preseas obtenidas, al menos por todos
aquellos que ostentan alguna responsabilidad en los órganos directivos del
deporte, pues la superficialidad de los números puede distraer la atención sobre
las realidades que los generan.
También es cierto que las estadísticas apuntan a que
el país organizador cuenta con un plus especial para obtener resultados extraordinarios
y así suele suceder. En los Juegos Olímpicos de España en 1992 se obtuvieron 22
preseas frente a las 18 de Pekín o las 17 de Londres. A la vista de la escasa
diferencia en medallas logradas, la cuestión sería: ¿Es que Barcelona´92 no nos
aportó ningún plus? Pues sí, lo hizo, alcanzamos el 6º puesto en el medallero,
frente al 14º de Pekín o el 21º de Londres. ¿La razón? En Barcelona se
alcanzaron 13 preseas de oro, en Pekín solo fueron 5 y 3 en Londres. Y es que
en esto no solo cuenta la cantidad sino la calidad.
Pero hay otros elementos que dibujan perfiles
olímpicos muy distintos entre Pekín y Londres, aunque desde diferentes medios
de comunicación nos los vendan casi como idénticos, por ejemplo:
Tanto en Pekín como en Londres hemos logrado una
medalla en 10 actividades deportivas, pero tan solo 5 de ellas lo han logrado
en ambos juegos, en concreto: piragüismo, natación sincronizada, vela, baloncesto
y balonmano. Por el contrario el ciclismo, el tenis, la gimnasia artística, el
hockey hierba y la esgrima se han visto reemplazados por el taekwondo, la
natación, el waterpolo, la lucha y el triatlón. ¿Aleatoriedad o falta de
continuidad y solidez en nuestro deporte?
Otro aspecto que entiendo requiere de reflexión es
sobre la superficie en que se han obtenido las medallas: En Pekín fueron 7 en
el líquido elemento, 11 sobre superficie sólida y ninguna sobre superficie
mixta (triatlón), sin embargo, en Londres han sido diez en el líquido elemento,
seis en superficie sólida y una en superficie mixta. Esto nos dice que mientras
que en Pekín las medallas ganadas en agua representaron aproximadamente un
tercio del total, en Londres han supuesto prácticamente el 60%.
Esto nos da un dibujo de donde se han ganado las
medallas, pero… ¿Quién las ha ganado? En Pekín los 5 oros llevaron el sello
masculino, también 7 de las diez platas y 2 de los tres bronces, es decir, las
participantes femeninas tan solo aportaron 4 medallas de las 18, es decir, poco
más de un 20%, sin embargo en Londres las medallas femeninas han sido 2 de las
tres de oro, 5 de las diez de plata y las 4 de bronce, lo que da un total de 11
medallas que representan el 65% de lo logrado.
Insisto en la necesidad de reflexión de los
responsables de los diferentes estamentos deportivos mientras los demás
disfrutamos del esfuerzo, sacrificio y compromiso de todos nuestros deportistas,
hayan o no obtenido su anhelada presea, porque si ganar una medalla exige un
duro entrenamiento, más duro es darlo todo durante muchos años y no obtenerla.
Pero, mientras tanto, siempre tenemos un broche de
ingenio y si recientemente alguien acuñaba la frase de “Soy español, ¿A qué
quieres que te gane?” Hoy ya hay quién ha alargado la frase en una solemne
declaración: “Soy español, ¿A qué quieres que te gane mi mujer?
Bueno, sigo de vacaciones hasta septiembre.