RICOBLOG

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domingo, 29 de septiembre de 2013

ABANDONANDO EL MODO AUTOMÁTICO



Concibo el encontrarse en “modo automático” como la situación de haber sido succionado por el remolino de la cotidianidad y si no resulta aconsejable permitir que en ese “modo automático” se te escapen las horas, se convierte en grave si se te pasan los días, los meses, o peor aún, los años; lo cotidiano te empuja a centrarte y preocuparte por lo urgente y no por lo importante, tal vez sea porque lo urgente es más notorio aunque en nuestro fuero interno reconozcamos que lo importante debe ser lo preferible.
Pero… ¿Qué es lo que nos pone por delante lo urgente?, creo que obedece fundamentalmente a presiones externas que taponan nuestra realidad personal, que enturbian nuestra verdadera grandeza interna. Atendiendo a lo urgente puede que tratemos de mostrar que podemos ser mejores: “El informe que más desea recibir nuestro superior, la comida y el ejercicio que nos hará más saludables, el coche que nos hará más “cool”, etc.”, pero la urgencia por conseguirlo exigirá un esfuerzo que le restaremos a lo importante.
Tal bombardeo de información, sobre lo que sería preferible hacer y no hacemos, nos puede conducir a sospechar que tal vez no venimos completos de fábrica o que precisamos incorporar algunos ajustes para optimizar nuestra presencia social. Entiendo que no solo es lícito sino loable sentir y asumir un deseo de superación, pero… ¿Cuál debe ser el punto de partida?, ¿El que te lleva a decidir desde el concepto de lo urgente o el que lo hace desde lo importante?
La naturaleza de lo importante reside en ti mismo, en quién eres realmente y es ese el punto desde el que debes iniciar tu aprendizaje y progreso y no en la ficción que lo urgente ha tejido a tu alrededor. Podemos aprender más, pero… ¿Desde lo que sabemos o desde lo que nos dicen que deberíamos saber?, podemos hacer mejor las cosas, pero… ¿Desde como las hacemos o desde cómo nos dicen que deberíamos hacerlas? Es imprescindible conocerse a sí mismo para diseñar el camino de progreso que deseamos recorrer.
Una sociedad como la actual basada en el marketing y el consumo, a veces desaforado, favorece la creación de espacios emocionales que pueden convertir quimeras en objetivos que automatizan conductas en pos de lo que finalmente resultan ser meros espejismos y que como tales lejos de proporcionar satisfacción y hacernos sentir bien, nos brindan frustrantes resultados que no coinciden con nuestras expectativas, pero el verdadero problema es cuando no llegamos nunca a esa certeza o lo hacemos demasiado tarde.
La gran realidad y verdadera grandeza interior es que todos y cada uno de nosotros somos seres completos: con nuestros problemas, nuestros anhelos y nuestras soluciones pero sometidos a la tentación de universalizarlos, lo que alienta una nueva y distinta tentación, convertirnos en representantes del prototipo que la alocada sociedad nos demanda.
El verdadero progreso consiste en liberarse del remolino de la cotidianidad para vivir desde la verdadera autenticidad, olvidarse al menos en parte de las voces de afuera y centrarse en la propia que es la única que puede dictar quienes somos, claro está siempre que la afrontemos con sinceridad y valentía. A veces utilizamos el concepto urgente para atender aspectos que no pasaría nada si no acometiésemos. Es en nuestra mente donde nos obligamos a que eso sea de respuesta inmediata. Creo que la verdadera satisfacción de vivir está menos en lo que urge y más en lo que importa.
No debiéramos olvidar que a lo largo de esta vida hacemos cosas que nos gratifican y otras que nosotros mismos censuramos, la clave está en sustituir culpabilidad por responsabilidad, ser responsables nos posibilita la opción de restituir, la culpabilidad nos puede negar nuevas oportunidades al anular una parte importante de nosotros mismos.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

AMIGOS SOSPECHOSOS



Todos contamos en nuestra “nómina emocional” con un determinado grupo de personas que, como en una red social, hemos agregado a la categoría de “amigos”, bueno algunos se agregan solos y también sabemos que muchos no deberían pasar de la categoría de “conocidos” y otros haberse quedado en la de “rechazar”.
Siguiendo con el símil de las redes sociales, mi recomendación sería visitar el perfil de aquellos agregados, bastante automáticamente, como amigos y cambiar la categoría asignada e incluso llegar a eliminar a aquellos que entre sus rasgos predomine alguna de las siguientes conductas:
“El protagonismo”: Es propio de verdaderos actores, su conducta responde a la de presentarse como el más guapo, el más listo y el que más liga, y esto no solo le hace frívolo sino intolerante, ya que si en algún momento detecta que eres tú quién llama la atención, transformará su frustración en ira, procurando encontrar alguna situación que te ponga en evidencia.
“El gorroneo”: El gorrón es ese que visita con frecuencia tu “frigo”, se bebe tus refrescos o siempre va al servicio a la hora de pagar “las cañas”, desde luego no son peligrosos pero llegan a resultar molestos, si decides no eliminarlo procura no llevar dinero cuando quedes con él.
“El interés”: El interesado es una variante del gorrón pero más peligrosa, solo sabrás de él cuando te necesite y es un experto en encontrar la mejor excusa si en algún momento fueses tú el que pide ayuda.
“La hipocresía”: El hipócrita puede tener o no mala intención, puede pretender no herirte o puede pretender conseguir algo a cambio, pero en uno u otro caso la herramienta es la mentira y sobre la falsedad, piadosa o interesada, es imposible construir una verdadera amistad.
“La ausencia”: Propio del amigo “Guadiana”, aparece y desaparece, por supuesto siempre a su conveniencia, solo contará contigo cuando no tenga otro plan mejor; no sé como asimilarás sentirte como una especie de paño caliente.
“La agresividad”: Poco hay que decir sobre la personalidad del agresivo, y si ya es un problema su inclinación a meterse en problemas, lo verdaderamente peligroso es que el día menos pensado el problema será contigo.
“El pesimismo”: Al pesimista todo le va mal, ya sabes es aquello del vaso medio lleno o medio vacío, es una persona que suele despertar nuestro instinto de ayuda, pero suele ser inútil, este tipo de “amigo” no busca soluciones, solo alguien que encaje estoicamente sus quejas.
“El victimismo”: Peor que el pesimista, es el que se hace la víctima para reclamar atención, su mayor objetivo es provocar en los demás un sentimiento de compasión y su frase preferida es: “lo mío es peor”.
“La intransigencia”: Propia del controlador, se considera o pretende que se le considere un líder pero toda su fuerza y condición se centra en desactivar o evitar la opinión de los demás, ellos y solo ellos creen poder decidir sobre que, cuando y como hacer cada cosa.
Afortunadamente y a pesar de todo, la mayoría no son peligrosos si no muestran alguno de esos rasgos en su grado máximo y suelen presentar cierta vulnerabilidad si se les administra su propia medicina, no obstante, este no es un remedio eficaz con el “victima” pues “lo suyo siempre será peor”, ni recomendable con el “agresivo” al poder provocar un choque de alto voltaje.

domingo, 22 de septiembre de 2013

HABLANDO CON EL MAESTRO



¡Quién puede decir que tiene o ha tenido un maestro accesible del que nutrirse, tiene un tesoro! La relación profesores – maestros es similar a la de conocidos – verdaderos amigos, todos tenemos muchos conocidos, unos mejores y otros peores, pero amigos verdaderos pocos, se pueden contar con los dedos de una mano y sobrará alguno; profesores muchos, unos buenos y otros no tanto pero en el caso de los maestros aún pueden sobrar más dedos, a veces todos. Si yo hablo desde mi concepción de “maestro” he de decir que solo he tenido uno en mi vida.
Superadas mis primeras seis décadas de vida y no habiendo dejado de estudiar nunca, puedo decir que he conocido un sinfín de profesores; unos muy buenos, otros regulares y algunos que preferiblemente deberían haber elegido otra actividad profesional, pero en cualquier caso quiero manifestar mi agradecimiento a todos ellos y mi reconocimiento de excelencia a unos cuantos, lo cierto es que la mayoría de ellos pusieron su esfuerzo y sacrificio al servicio de mi educación académica y sería injusto no recordarlo ni reconocerlo.
El ejercicio del profesorado requiere de un espacio de autoridad y si es cierto que mientras que el poder se confiere y la autoridad hay que ganarla, también lo es que puede venir cercenada, en mi opinión y para empezar el propio sistema emite señales de no considerarla una profesión de prestigio, lo que la desatiende y empuja a
pasar desapercibida e infravalorada y a esto habría que añadir el cambio actitudinal de las familias: en mi época lo que decía el profesor “iba a misa”, hoy parece el anticristo; antes no se permitía hablar al alumno, ahora el sistema amordaza y muchas familias amenazan al profesor. Una vez más “la ley del péndulo” ¿Cuándo nos daremos cuenta que los extremos nunca son la mejor solución?
Puede que para muchos sea así, pero, tal y como yo lo concibo, profesor y maestro no son seudónimos, hay grandes diferencias entre ellos, por ejemplo:
Un profesor enseña conocimientos transmitiendo el contenido de la materia que imparte y conforme un programa preestablecido e impuesto; un maestro procura enseñar todo lo que sabe, basado en toda una vida de experiencia y aprendizaje.
Un profesor nunca se equivoca, si está escrito en el libro es que es así, por lo que nadie discute sus afirmaciones; un maestro está siempre abierto a una sana discusión y basa su sabiduría en los errores cometidos en el pasado y evoluciona en función de los que está por cometer.
Un profesor se ve obligado a cambiar de materia o contenido según la legislación vigente que además le estipula el tiempo de permanencia, en cada jornada, con sus alumnos; un maestro cambia en función de su experiencia vital y resulta ser “un 24 horas”.
Un profesor ve circunscrita la materia a impartir o su contenido a la corriente del momento, un maestro enseña a pensar y, por tanto, a crear tu propia corriente.
Un gran profesor puede ser el que más te enseña, un gran maestro es el que da lo mejor de sí mismo.
En definitiva, un profesor enseña y es mejor o no en función de su grado de cumplimiento con el deber y responsabilidad que su dedicación requiere; un maestro comparte y tiene un compromiso de vida, un compromiso de acompañar a quién desea, pues si los alumnos se asignan, los discípulos se eligen.
Yo perdí terrenalmente a mi maestro ya hace unos cuantos años pero su presencia perdurará para siempre, y aun recuerdo nuestras conversaciones, esos espacios de reflexión y libertad que siempre lograban abrir ante mí nuevas oportunidades, nuevos horizontes; que no siempre me lo puso fácil y que me empujó una y otra vez a dudar de mis convicciones, por eso aún sigo “hablando con el maestro, ¡Mi Maestro!”.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

PLACIDEZ



Tengo la sensación de estar ante uno de los términos que cuentan con mayor número de sinónimos y antónimos que conozco, yo he llegado a inventariar, entre unos y otros, más de cuarenta (exactamente cuarenta y dos) y estoy convencido de que unos cuantos más se me han quedado en el tintero.

Sin embargo, es muy probable que la asociación más inmediata y generalizada del concepto “placidez” sea el sosiego y la tranquilidad como elementos básicos del descanso. Si yo tuviese que definir el significado del término “descanso” en un ámbito no necesariamente académico diría que se trata de detener el movimiento, o al menos minimizarlo o atemperarlo.

Pero, ¿Por qué introducir la idea de “o al menos minimizarlo o atemperarlo”?, en mi opinión es la mayor meta a la que podemos aspirar: los cambios constantes que hemos de afrontar, deseos conscientes o inconscientes que nos presionan, preocupaciones y emociones apasionadas que nos hacen vibrar, un ejercicio físico o mental permanente, un sinfín de sensaciones que nos arrastran en ocasiones al placer y en ocasiones a la perturbación, nos abocan a que con moderar o templar ese trepidante movimiento continuo e inevitable, nos estemos acercando al descanso y con él a la placidez.

Incluso durmiendo podemos percibir placer o perturbación, es cierto que nuestra respiración e incluso nuestro pulso se ralentizan, aunque no siempre, pero no sucede así con nuestra mente y si por el día nuestras neuronas han estado más o menos en alerta, por la noche es como si hubiesen tomado una bebida energética para cargar sus pilas, vamos que el ajetreo continúa y empezamos a diseñar escenarios imaginarios, sobre los que no creo que tengamos control consciente alguno, pero que nos invaden y sumergen en placenteras situaciones o en las más intranquilizadoras zozobras.

También la nostalgia es una emoción que nos puede acercar a la placidez al hacernos añorar esos momentos de sosiego y tranquilidad que nos hicieron felices al llenarnos de paz. Ya tenemos caminos posibles y alternativos para alcanzar el descanso, la mala noticia es que uno de ellos no la garantiza como es el mundo de los sueños, la buena noticia es que aun disponemos de opciones para lograrlo.

Sin trasvasar barreras oníricas ¿Por qué no emular el mundo de los sueños desde nuestra imaginación? Sin duda estamos capacitados para crear y visualizar momentos de serenidad y quietud, a nuestro antojo y satisfacción personal, aunque es recomendable no olvidar que aunque voluntaria no pasa de ser una ficción.

También podemos impulsar esas sensaciones desde la realidad, propiciando situaciones que nos aporten plenitud y ahuyenten el desasosiego; en este terreno cada uno tiene sus preferencias: Un amanecer en la playa, leer un libro bajo un árbol, pasear por el campo al atardecer, degustar una copa de buen vino ante la chimenea…, la lista sería interminable, pero sin duda esta es la opción preferible al ser la que mayor control nos confiere sobre nuestras pretensiones, entrando y saliendo de ellas con un alto grado de libertad, es como ser el señor de tu “duermevela” ese sueño ligero del que se halla dormitando pero de fácil despertar.

La placidez es al cambio constante y a veces frenético, ese contraste necesario, como la luz y la sombra en la fotografía o la pintura. El peligro como todo lo bueno y tentador reside en su capacidad de adicción; el acostumbramiento a sustituir descontento por complacencia puede conducir al aletargamiento, lo que no va lejos de ser una somnolencia profunda y prolongada que tan solo transmite la sensación engañosa de estar recostado sobre una sensación de confort.

Me apunto a la placidez pero siempre que me permita sentirme yo mismo, alguien que piensa, que siente lo que piensa y que comparte lo que siente.

domingo, 15 de septiembre de 2013

LA ESQUINA



Te pones en mano de la aleatoriedad y preguntas a unos u a otros que les sugiere si les mencionas un espacio tan común y habitual como “La esquina”, algunos te dirán que una farmacia, una librería, una tienda de ropa, etc., pero probablemente la respuesta más repetitiva sea la de una oficina bancaria, o un bar o cafetería, y a algunos, afortunadamente a los menos, se les ocurrirá que es el lugar de trabajo de mujeres de moral distraída. En absoluto nada de lo que me sugiere a mí.
Para mí una esquina es una alternativa, es la oportunidad de decidir un cambio de dirección, una circunstancia que posibilita un giro en el camino, representa un cruce ante varias elecciones, puedes continuar con el itinerario habitual en el que no esperas sorpresas, aunque preso de cierto estado de tedio por ser lo de siempre, o decidir descubrir nuevas rutas al elegir caminos no frecuentados anteriormente o al menos inusuales.
Recorrer una y otra vez el camino conocido te propicia la sensación confortable de no tropezar con lo inesperado o lo nuevo, pero tal vez te impide descubrir lo ignorado, lo extraño o ajeno a tu realidad cotidiana. Girar en la esquina te podría proporcionar realidades diferentes y tu libertad te permite elegir, mantenerte en tu camino habitual con las insatisfacciones conocidas o girar en la esquina buscando otras sensaciones.
“Doblar la esquina”, expresión curiosa pero popular por su uso cotidiano convirtiéndola en un término coloquial, realmente podríamos decir que se trata de una paradoja que nos presenta una contradicción clara, cuando menos una redundancia, es como “subir arriba" o “bajar abajo”, no obstante el significado que hoy me gustaría darle a la expresión es el de introducir cambios en tu vida, buscar caminos diferentes, sin olvidar que no siempre ha de ser necesario hacerlo.
Tomes la decisión que tomes no es criticable, pero sin duda marcará el devenir de tus acontecimientos futuros. El argumento no puede estar en el confort que sientes sino en la satisfacción que te proporciona; si tu recorrido habitual te satisface y llena de felicidad no lo cambies, en caso contrario busca esa esquina que al doblarla te aporte lo que hechas en falta, con independencia de la incomodidad que represente siempre un camino nuevo y desconocido por recorrer.
Todo camino te llevará hasta un destino y conviene no olvidar que ni el éxito es definitivo ni el fracaso es fatídico, pero hayas elegido el que hayas elegido, en todos ellos puede haber algo auténtico, algo de ti mismo y esos son tus valores, los que evidencian tus apreciaciones, preferencias y elecciones.
No tengo dudas para afirmar que entre mis valores actuales y espero que futuros, esté el de aportar y compartir, aunque eso me exija “doblar la esquina” de vez en cuando.
A veces he soñado con que mi vida fuese como un receptor de radio, simplemente girar el mando y cambiar de frecuencia para recibir ondas diferentes, seleccionando en todo momento lo que más me conviene o por lo menos lo que más me apetece, pero consciente de la dificultad de culminar mi sueño seguiré pendiente de las esquinas que pueda encontrar en mi camino.