RICOBLOG

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miércoles, 29 de mayo de 2013

COMPASIÓN Y AUTOCOMPASIÓN





Según la RAE “compasión” es un sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias. Con independencia de otras consideraciones, el término lástima me sugiere cierto enternecimiento, sin embargo, el de conmiseración y aunque no sepa argumentarlo me produce como escozor, una cierta desazón que me disgusta e inquieta, sé que no soy justo pero no me gusta la palabra conmiseración.
Por encima de su etimología y posibles definiciones, mi propósito es centrarme en la compasión como conducta humana, en la capacidad de sentirnos próximos o identificados con el dolor de los demás y el impulso o la voluntad de intentar aliviar ese sufrimiento.
Lo que en realidad me empuja a esta reflexión es la diferencia entre sentir compasión ante determinadas situaciones o ser alguien compasivo, porque no creo que haya nadie que en algún momento no sienta compasión hacia algo, pero en mi opinión esto no le convierte en una persona compasiva.
No es infrecuente llegar a identificarse con el sufrimiento de otros, aunque también suele coincidir con situaciones en que conforme a nuestros valores nos parecen injustas, incluso siendo padecidas por personas desconocidas y por tanto ajenas a nuestro entorno. Y sí, no tengo ninguna duda para considerarlo un acto de compasión, pero…
Hay sufrimientos o penas ajenas que nos parecen merecidas y aunque suene fuerte, a veces deseadas: “¡Sí es que se lo merece!, ¡Me alegro!”, pueden ser expresiones que vienen a nuestra cabeza hacia personas sobre las que tenemos un concepto negativo, sentimos desconfianza o tenemos una conversación incompleta, lo que no se parece en nada a la compasión, puede ser resentimiento, envidia o cualquier otro percepción de signo negativo.
La compasión ocasional o la insensibilidad de los posibles sufrimientos ajenos, es la negación del carácter compasivo de la persona, la condición de compasivo solo se adquiere cuando dicho sentimiento  no es esporádico o cuando no es hacia unos sí y hacia otros no, por el contrario poseer la compasión entre las capacidades habituales nos ayuda a crecer y nos demanda cultivar sentimientos de empatía o proximidad hacia los demás.
Normalmente, proyectamos la compasión hacia los demás, y nos olvidamos de sentirla hacia nosotros mismos, sin tener en cuenta que, ante determinados hechos, sentir compasión de nosotros mismos nos va a ayudar a aumentar nuestra autoestima. Ser compasivo con uno mismo no significa evitar o negar lo que necesitas ver, y los aspectos de tu personalidad que necesitas trabajar.
Para ello no debemos confundir la compasión con la autocompasión, En el primer caso, comprendemos nuestros sentimientos e intentamos aliviar nuestro dolor, en el segundo, nos limitamos a sentir pena por nosotros mismos, sin intentar salir de esa situación que nos resulta dolorosa. La compasión es un acicate para mejorar, mientras que la autocompasión es limitadora.
El hecho de ser compasivos con nosotros mismos nos ayudará a comprender y perdonar nuestros fallos, a admitir como propio todo aquello que de otra forma podríamos incluso reprocharnos, desestimando con ello la oportunidad de corregir y mejorar. Pero mientras su parónimo “con pasión” nos pide furor y vehemencia, la verdadera “compasión” exige serenidad, respeto y empatía.

domingo, 26 de mayo de 2013

PESIMISMO UNA TOXINA NADA DESEABLE



El pesimismo es un estado de ánimo que comparte postura con una doctrina filosófica que afirma que vivimos el peor de los mundos posibles, un mundo en el que nuestro destino es pretender lo que nunca tendremos. El pesimista es propenso a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable, suele ser una persona depresiva, criticona, disconforme y quejosa. El pesimista no solo se garantiza el auto sufrimiento, sino que con su actitud contagia y complica la vida de los que están a su lado; como diría mí añorada madre, se complace en poner palos en la rueda.
Creo que nadie pondrá en duda el hecho de que a lo largo de nuestra vida habremos de hacer frente a situaciones difíciles de sobrellevar y de superar, pero la realidad se puede apreciar desde ángulos muy diferentes, que nos proporcionan distintos puntos de vista y en la medida en que nuestra perspectiva sea más amplia, más posibilidades tendremos de acometer problemas, única conducta que nos conduce a soluciones pues los problemas no desaparecen solos, el tiempo únicamente los enquista o adormece.
Sin embargo, la fuerza del pesimismo reside en la enfatización de los elementos negativos que se pueden encontrar en todo proceso, minimizando con ello toda probabilidad de salir airoso; desde luego esta no es una postura realista como el pesimista cree, es más bien una visión miope al empeñarse en ver solo lo negativo y esconde una gran falta de confianza en uno mismo e incluso en los demás.
Si cayese al cauce de un rio bravo y caudaloso intentaría salir y si no puedo gritaría con todas mis fuerzas pidiendo ayuda, una vez acabado todo, si mi talante es optimista daría gracias por la suerte de que alguien me oyese y pudiese rescatarme, aprendiendo además una lección: la próxima vez deberé tener más cuidado no sabía que un rio bravo y caudaloso podía suponer tanto peligro. Pero si mi condición es la de pesimista mi proceder se quedará en reconocer que estoy gafado, lo nefasta que es mi suerte o que voy a ser el hazmerreír de los amigos y no aprenderé ninguna lección.
Las experiencias nada agradables pueden suponer un anclaje al pasado y un inhibidor de experiencias futuras al condicionarnos, mediante ciertas dosis de temor ante posible situaciones de apariencia placentera, pero que filtraremos en exceso hasta percibirlas con desconfianza y reserva, sin embargo el único antídoto es el optimismo y la creatividad junto al atrevimiento de exponernos a ciertos riesgos.
“Qué más quisiera yo que ser optimista, pero la vida me ha hecho ser realista”. Afirmación perniciosa basada en que las personas son como son y que cualquier esfuerzo por cambiar el carácter es inútil, afirmación falsa y que simplemente esconde una renuncia al esfuerzo y compromiso de cambiar.
Es cierto que la personalidad de cada uno se compone de elementos básicos adquiridos en los primeros años de nuestra vida, pero se moldea una y otra vez con conductas aprendidas y sobre estas se puede trabajar. Todos creemos ser de un modo determinado, pero solo es suficiente una mirada retrospectiva a los últimos cinco o diez años para comprobar cómo hemos evolucionado o transformado algunos de nuestros comportamientos ¡Y si la vida nos cambia! ¿Por qué no podemos hacerlo nosotros de forma voluntaria?
Una buena parte de tu responsabilidad personal deberá decidir entre permitir que te instales en la amargura, el pesimismo y el desinterés, o que cambies esa tendencia en beneficio propio y de todos aquellos que te rodean.

miércoles, 22 de mayo de 2013

¡NO SÉ, PARECE INCREIBLE!



En una o más ocasiones de nuestra vida hemos contemplado o nos han contado determinados acontecimientos que nos animaban a calificarlos de increíbles: ¿Admiración?, ¿Asombro?, ¿Incredulidad?...
Según la RAE increíble es un adjetivo que expresa aquello que no puede creerse o es muy difícil de creer, pero también es un término que en sentido figurado lo aplicamos a sucesos extraordinarios y lo utilizamos para referirnos a cosas que causan nuestra admiración o sorpresa, es como si le otorgásemos un plus a lo admirable o sorprendente, mostrando nuestra sensación de asombro.
Sin embargo también podemos utilizarlo para mostrar cortésmente nuestro escepticismo, ¡No sé, parece increíble!, esta expresión deja una puerta abierta a la duda mientras que los términos como admirable o sorprendente reflejan una total aceptación de lo visto o sentido.
¡No sé, parece increíble! Si al final lo acontecido resulta mostrarse con toda solvencia tendremos una fácil salida: “parecía imposible pero ha sido fantástico”, salvamos nuestra duda y reconocemos el mérito de la hazaña que nos llevó hasta la vacilación, de esta forma nuestra equidad y sentido común no han sufrido ningún tipo de desgaste.
¡No sé, parece increíble! Por el contrario si lo aparentemente asombroso va poco más allá de un mero espejismo, nuestro argumento cobra fuerza y nos permite exteriorizar nuestra afirmación: ¡Ya decía yo que era increíble!, logramos reafirmar nuestro criterio eludiendo haber tomado una postura brusca y precipitada, aunque al final los acontecimientos nos hayan dado la razón.
En ambos caso y aunque pueda considerarse una paradoja se repite una misma conducta, esta no es otra que la mesura o la cautela y es que la duda o el desconocimiento nunca pueden determinar nuestra opinión como si de datos objetivos se tratasen.
Cabe mencionar que la asertividad es una conducta de las personas, una forma de expresión consciente, clara, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la duda, la ansiedad, la culpa o la rabia.
Pero la asertividad solo tiene sentido desde la seguridad personal, desde el conocimiento preciso de los hechos, si estos no nos acompañan el empecinamiento es el peor de los aliados, si carecemos del aval de los hechos que nos permitan contrastar la veracidad de algo, la prudencia debiera aconsejarnos una fórmula intermedia entre la contundencia de nuestra opinión o la dejación de la misma.
La locución adverbial “parece” asociada al adjetivo “increíble” nos brinda un equilibrio y una oportunidad, una gran ocasión al permitirnos mostrar nuestro respeto hacia los demás y serenidad en nuestro análisis aunque mantengamos alguna reserva, pero la frase ha de ser completa ¡No sé, parece increíble!, y ha de ir acompañada de un compás de espera y una disposición abierta con madurez, suficientes para esperar posibles verificaciones y aceptar cualquiera de los resultados sin merma alguna de nuestra autoestima.
La duda no es contraproducente, tenemos derecho a dudar, pero ese derecho solo resultará legítimo y razonable en la medida en que respetemos a los demás, dudar implica juzgar y un déficit en el crédito que concedemos a algo o alguien, pero si hay juicio hay titubeo o indecisión y es ahí donde es preciso tener cautela.