RICOBLOG

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domingo, 28 de abril de 2013

ELEGIR ES UN EJERCICIO DE LIBERTAD



¿Qué haces ahí dejándote mecer pasivamente, entre placentero y penoso, por quién llamamos destino? ¿Acaso nadie te ha hablado de que las personas somos libres de elegir? ¿Aun no eres consciente de que el destino, si es que existe, es una fuerza desconocida e incontrolable que queda fuera de nuestra voluntad, mientras que la opción de elegir nos proporciona una identidad propia?
Al ejercer nuestro derecho a elegir podemos cometer errores, pero también aciertos, pero tanto unos como otros serán propios, hemos de ejercitarnos en aprender de unos y disfrutar de los otros, me gustaría aquí parafrasear a Dwight D. Eisenhower cuando dijo: “La historia del hombre libre nunca está escrita por el azar sino por la elección, su propia elección”.
 La facultad de elegir nos proporciona una dimensión que nos permite transitar desde el estímulo a la respuesta, convirtiéndose en un espacio en el que poder desarrollar nuestra libertad, potenciar nuestro crecimiento y ¿Por qué no? ¡Encontrar la felicidad!, pensemos que el ejercicio de actuar con libertad reafirmará nuestro potencial y nuestras posibilidades de protagonizar nuestro futuro.
Sorprendentemente, no son pocas las personas que no quieren asumir que su vida depende fundamentalmente de su libertad, que huyen de la responsabilidad de elegir y flaquean ante la carga de valor preciso para hacerlo, terminan sintiéndose más cómodas en el facilismo de ser las víctimas de las conjuras ajenas, del infortunio de lo que les sucede.
La gran paradoja de no elegir reside en la propia elección y es que la renuncia a no elegir, en sí misma, es otra elección, pero se elige una actitud de abandono, de pasividad; esto puede empobrecer nuestra propia vida que como mínimo la deslucirá y nos privará de cualquier posibilidad de control sobre lo que deseamos ser, en el mejor de los casos nos restará autenticidad.
Elegir requiere cierta dosis de valentía; audacia y corazón son elementos precisos para adquirir la capacidad de elegir pero no son suficientes, es preciso ser capaz de afrontar con gallardía lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. Todo pasa por aceptarnos a nosotros mismos y nuestras circunstancias para construir desde nuestra realidad.
No voy a negar que en algunos momentos me haya podido sentir atenazado ante la necesidad de elegir y puedo decir que me arrepiento de todas aquellas veces en que no lo hice. Si eliges aciertas o no, si no lo haces siempre te quedará la duda de lo que te pudiste perder. Un acierto es festejable, un error es subsanable, pero la renuncia a la libertad de elegir es una vacilación de pensamiento o sentimiento que puede perseguirte durante mucho tiempo.
No hablo de alcanzar una prosperidad material, sencillamente emocional, hablo de la gratificación de asumir el protagonismo de lo que nos sucede. Si por la razón que sea tenemos la facultad y libertad de elegir, de alguna manera se nos ha conferido la potestad de encauzar nuestra vida, de tomar decisiones en función de nuestros valores, en lugar de entregarnos al albur de lo que nos rodea.
Nos puede gustar más o menos, pero nuestra vida y adonde hemos llegado, es el fruto de nuestras decisiones, es decir, del uso que hemos hecho, o estamos haciendo, de nuestra capacidad de elegir.

miércoles, 24 de abril de 2013

CASUALIDAD Vs CAUSALIDAD



Según el diccionario de la Real Academia Española, casualidad es la “combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar”, y causalidad es la “ley en virtud de la cual se producen efectos”. Pero mientras hay corrientes doctrinales que niegan la existencia de la casualidad (todo ocurre por algo), otras se aferran a ella, mientras aquellas afirman que todo es “causal”, estas aseveran lo contrario.

Otro aspecto interesante lo podríamos encontrar en la frase “Nada es por casualidad” lo que abogaría por una doctrina “causal” y que sin duda todos hemos escuchado en numerosas ocasiones, sin embargo lo más frecuente es encontrar una tendencia mental que nos permite conferir el carácter de “casual” a la mayoría de las cosas que nos suceden, lo que nos convierte en destinatarios de lo inevitable.

También existen teorías que postulan las dicotomías como elementos propicios “para pensar”, y aunque admito la existencia de alternativa como un factor de reflexión y preferible al pensamiento único, la dicotomía es algo que me recuerda el blanco y negro, no sé si es preciso agrupar todos los sucesos en casualidades o causalidades, como si no hubiera nada intermedio, aunque hemos demostrado que nos resulta útil pues nos ayuda a simplificar lo que pensamos y sentimos.

Creo que ambas se dan en nuestro devenir diario y lo importante es acostumbrarnos a clasificarlas convenientemente, por ejemplo:

Si estoy en el súper haciendo la compra y me encuentro frente a frente con una persona que hacía bastante tiempo que no veía, razonablemente pensaré en una casualidad, una coincidencia inesperada. Sin embargo, el hecho de que estés leyendo este Blog, aunque suene un tanto arrogante, no es una casualidad, la causa es que en alguna ocasión has leído algo que te ha gustado y por ello vuelves a entrar.

Dado que la vida no está exenta de un cierto nivel de complejidad podemos confundir casualidad con causalidad y en su distinción hemos de poner nuestro esfuerzo, no somos marionetas en manos del azar (que existe), la vida no es un accidente regido por las coincidencias (que existen); lo primero que hemos de pensar es si el suceso guarda relación con nuestras conductas. Hay quién defiende que la vida es como el eco y te devuelve aquello que lanzas.

La perversidad de la confusión puede conducirnos a considerar que las situaciones incómodas que nos suceden en la vida nos sitúan en posición de víctimas, ante lo injusto que es el mundo con nosotros, lo que no pasa de convertir la casualidad en un alegre canto de sirenas con la pretensión, a veces inconsciente, de que ello aligerará nuestra carga y responsabilidad ante lo que nos acontece, pero esto no siempre es cierto.

Aunque más identificado con el término causalidad no puedo negar la casualidad, no puedo abrazar sin fisuras que todo sucede por algo, que nada pasa por casualidad; por ello creo que con independencia del origen o principio del acontecimiento, ineludible o inferido desde nuestra conducta, lo fundamental es obtener un aprendizaje con independencia de lo que lo ocasione.

Al final nuestro instinto en pos del confort personal nos empuja una vez más a la dicotomía, en este caso entre casualidad y causalidad, esta situación no elimina la obligación de decidir, pero simplifica el número de opciones que nos podríamos plantear, y es justamente ante dicha situación cuando hemos de enfrentarnos a la gran decisión:

¿Me conformo con la comodidad de justificar lo sucedido en función de la casualidad, o antes de hacerlo apelo a la honestidad conmigo mismo por si yo fuera la causa?

domingo, 21 de abril de 2013

OTRA FORMA DE VIVIR



Verás, esto es muy sencillo; es más que probable que todos nosotros en algún momento nos hayamos hecho la pregunta de si nos gustaría vivir una vida algo diferente, un poco diferente o muy diferente de la que estamos viviendo.
En realidad tras esta pregunta hay una mayor o menor carencia, y nuestro estado de ánimo está reflejando esa ausencia que suele coincidir con la falta o privación del nivel de felicidad anhelada, estás ante algo distinto a lo que te gustaría estar, lo que te hace desear un cambio o soñar con él.
Son múltiples las situaciones que pueden colocarte ante tal inquietud, algunas de ellas sin duda pueden ser:

  • Percibir frustración por no estar viviendo lo que verdaderamente te entusiasma y sentir cierta saturación por la tolerancia hacia tu cotidianidad.
  • Sentirte rodeado de personas con las que realmente no te sientes identificado.
  • Encontrarte cansado de vivir conforme a los “deberías” de los demás.
  • Persistir en relaciones personales o laborales insatisfactorias que te conducen a considerarte en un laberinto sin salida.
  • Esperar y confiar que algo, algún día, tal vez… cambie tu realidad o tu entorno para sentirte en paz y feliz.
  • Etc.

¡Estás añorando un cambio!, pero mientras hay ocasiones en que está en tus manos lograrlo, otras no; desde luego las cosas no cambian solo por desearlo y en muchas ocasiones promover el cambio no depende de nosotros. Lo que sí está en nuestras manos es modificar algunas de nuestras expectativas, ese cambio nos debe conducir a experimentar nuestra vida de forma diferente.
Lamento no poder dar una fórmula mágica, pero mi pócima personal me funciona: “Vivo alineado con mi verdad, con paz interior, desde el entusiasmo de lo mucho o poco que poseo e independientemente de las circunstancias que a veces se muestran hostiles o incomprensibles”.
Soy consciente de que mi pócima puede pareceros una utopía, pero ¿No es mayor utopía confiar, esperar o desear, que las cosas sean diferentes, por el paso del tiempo?
Nuestra etiqueta de seres racionales debería dotarnos de la capacidad de priorizar la racionalidad sobre la radicalidad, ello nos permitiría cambiar algunos de nuestros paradigmas, lo que nos conferiría la capacidad de interpretar nuestra vida de forma diferente.
Esto me lleva a nuevas preguntas: ¿Mi concepto de la felicidad es razonablemente alcanzable? ¿Soy un elemento pasivo en espera de la felicidad o peleo por ser el protagonista? ¿Cuál es mi aportación real en esa búsqueda? ¿La culpa es de las circunstancias o de mis expectativas?
Es evidente que no tengo esa fórmula mágica a la que antes me refería, pero preguntas no me faltan, de lo que muchas veces adolecemos es de respuestas e incluso que las respuestas sean totalmente sinceras y meditadas, respuestas que busquen la verdad y no la justificación de cómo nos sentimos.
Pero desear y perseguir la felicidad es absolutamente lícito, aunque resulta conveniente no olvidar que no solo depende de los demás, la felicidad no es un fruto que cuelgue de un árbol próximo, la felicidad exige compromiso, esfuerzo y a veces renuncia, pero también responsabilidad y honestidad con uno mismo, y no olvidar que podemos ser más grandes que las circunstancias en las que nos movemos.
¡OS DESEO UNA VERDADERA FELICIDAD!

miércoles, 17 de abril de 2013

COMUNICACIÓN: CONversar y SINversar



Hace unos días escribía en este mismo Blog: “La comunicación no solo es necesaria sino inevitable, ¡carecemos de la facultad de no comunicar!, siempre lo hacemos!”.
Cuando los expertos se refieren a la comunicación hablan del emisor, del receptor o del código entre algunos otros elementos, y ha sido el código el objeto de mi elucubración; al dejar volar mi imaginación, sin mucho fundamento pero con la pretensión de dotarla de cierta apariencia de profundidad, me ha llevado a establecer una diferencia entre CONversar y SINversar.
Según la RAE, “CONversar” consiste en hablar con otra u otras personas, es decir, articular palabras para hacerse entender, por tanto es en la palabra donde reside la facultad de hablar, las palabras resultan ser un conjunto de símbolos que nos permite formular y comprender mensajes, algo sin duda importante dentro del fenómeno de la comunicación aunque no único; mediante la palabra adquirimos la capacidad para configurar y exponer juicios, pensamientos, incluso sentencias, pero no está libre de un efecto de perturbación que puede desvirtuar el mensaje, se trata de lo que queremos decir, como lo decimos y que entiende a quién nos dirigimos, dimensiones que no siempre coinciden.
En cuanto a “SINversar” la RAE es contundente al indicar que se trata de una palabra no incluida en el Diccionario, algo más que lógico pues tan solo se trata de un término de mi invención; tal hecho me exige una aclaración respecto al contenido que pretendo dar a dicho concepto. La “CONversación” utiliza un código verbal y un canal auditivo, sin embargo en la comunicación se dan otros códigos y canales, como son el lenguaje corporal perceptible de forma auditiva, pero también de forma visual o táctil y estos forman parte de lo que denomino “SINversación”.
Una posición del cuerpo que muestre cierto interés, una mirada, un suspiro, un leve susurro, una tibia caricia o un delicado beso sobre la mejilla de alguien, pueden y en la mayoría de los casos es así, transmitir mucha más información que unas palabras, esa misma intensidad pueden transmitir gestos corporales de desaprobación, aburrimiento o apatía, pero mientras unas señales se percibirán de forma positiva, otras nos generarán rechazo o desconfianza. Eso es SINversación.
De pronto e inmerso en mi reflexión me di cuenta que estaba cayendo en algo que habitualmente pongo en tela de juicio como es el tratar los temas desde la bipolaridad o dicotomía, algo así como ¿Esto o aquello?, ¿Allí o allá?, ¿Vienes o vas?, ¿CONversación o SINversación? No soy partidario del claroscuro como única opción, me gusta buscar distintos y variados focos de luz.
Mientras la expresión oral es una proyección de aquello que pensamos, la corporal es como una danza que nos muestra o revela el estado de ánimo de nuestro compañero de baile y viceversa y no es una metáfora; tanto en la palabra como en el gesto siempre se puede encontrar insinuación, énfasis, proposición... El volumen o la entonación, un giño o un ademán, todo termina siendo un testimonio de lo que somos y transmitimos, en definitiva todo es comunicación.
La cuestión final es ¿CONversamos o SINversamos?, y en mi opinión cualquier respuesta sería incorrecta salvo que optásemos por decidir que lo que hacemos es comunicarnos en todas sus dimensiones, está lo que decimos y lo que con nuestros gestos transmitimos, es más, lo verdaderamente importante es la interpretación de nuestro interlocutor, por ello deberemos esforzarnos en comprobar si el mensaje recibido es el que deseábamos enviar, con nuestra CONversación y SINversación.

domingo, 14 de abril de 2013

MIS QUIMERAS: "La Hoja en Blanco"



En principio el día se presentaba como uno más del curso, otro cualquiera y con sus mismas rutinas, sin embargo todo empezó a cambiar cuando el profesor entró en el aula y nos anunció que deberíamos realizar una prueba sorpresa, de forma inmediata todos entendimos que se refería a un examen inesperado fuera de toda planificación escolar. Comenzó a repartir las hojas con la parte frontal hacia abajo, advirtiendo que nadie las diera la vuelta hasta que él explicara en qué consistía tal prueba.
Sin duda se respiraba una ambiente tenso y nervioso, cuando en nuestro oídos retumbo de nuevo la voz del profesor solicitándonos que diésemos la vuelta a las hojas y miráramos su contenido, simplemente era una hoja en blanco con un punto negro en medio; daba igual hacia donde miraras, las caras de todos mis compañeros eran de sorpresa, como supongo que también era la mía, estaban como yo ante algo incomprensible y sin entender el alcance de la prueba ¿Qué venía ahora? ¿De qué se trataba?
Tengo la sensación de que el profesor percibió nuestra zozobra, o incluso que era consciente, desde el principio, que esta iba a producirse y adoptó una posición tranquilizadora, comunicándonos que se trataba simplemente de escribir una redacción sobre lo que estábamos viendo.
Sin abandonar del todo el estado de confusión que nos había provocado el planteamiento, creo que la mayoría nos centramos en la tarea y comenzamos a pensar y escribir sobre lo que habíamos visto.
Cuando el profesor consideró agotado el tiempo preciso para la redacción solicitada recogió todas las hojas y comenzó a leerlas, una tras otra, en voz alta; confieso que algunas me parecieron parcas, algunas ingeniosas, otras llenas de humor o de pesimismo y unas pocas brillantes, pero había un nexo común, todos nos habíamos centrado en el punto negro.
Terminada la lectura de todas las redacciones, el comentario del profesor fue: “Este no es un examen para otorgarles una nota, simplemente pretende ser una lección de vida para personas abiertas al cambio. Nadie habló de la hoja en blanco y esto mismo sucede en nuestra vida, la cuestión es ¿Por qué teniendo una hoja en blanco nos centramos en el punto negro?”
La hoja en blanco es un regalo que nos da la vida, un gran espacio en el que insertar nuestros deseos, ambiciones, sueños y todo aquello que creamos qué nos gratifica, sin embargo y aun representando un espacio minúsculo de la hoja acabamos centrándonos en los puntos negros, que solo nos proporcionan la decepción con un amigo, un problema de salud, una dificultad económica o cualquier otra sensación que nos conduce a la frustración.
Si quieres crecer como persona debes ser capaz de liberar tu mente de los puntos negros, reconociéndoles pero impidiendo que todo se te vuelva oscuro, has de aprovechar el resto de la página y centrarte en el blanco donde tu escritura será nítida. ¡Esto es lo que te podrá hacer feliz!
Las caras de todos se habían iluminado y la tensión inicial había desaparecido, incluso podían apreciarse gestos de conformidad y agradecimiento con la experiencia a la que nos había sometido el profesor, sin duda fue la mejor lección del curso.