RICOBLOG

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domingo, 31 de marzo de 2013

¡EL ADN NO ESTÁ SOLO!



Tengo la sensación de que durante bastante tiempo hemos utilizado la “fórmula científica” para reforzar nuestras explicaciones y afirmaciones, incluso para dotarlas de un carácter de rigor que nos ayudase a etiquetarlas de “verdaderas”, nada era independiente de la carga genética, era como si todo fenómeno o suceso solo se pudiese explicar desde postulados fisiológicos o biológicos.
Mantenernos en esa postura de considerar dicho aspecto como el único que puede conceder veracidad a nuestras afirmaciones es desacertado, hay muchos aspectos que las “ciencias naturales” no pueden avalar o describir del amplio y complejo comportamiento del ser humano.
Con el tiempo se han ido haciendo un hueco en el ámbito del argumento y la justificación las denominadas “ciencias sociales”, disciplinas que tratan distintos aspectos de los grupos y los seres humanos en sociedad, ocupándose tanto de sus manifestaciones materiales como inmateriales; sirvan de ejemplo La PNL o La Inteligencia Emocional.
Es indudable que la carga genética es una realidad y que el ADN de cada uno contiene una determinada herencia, información fisiológica y biológica que se transmite y, que resulta ser un identificativo de la identidad personal de cada uno de nosotros a partir de la coincidencia de un elevado número de los llamados puntos significativos, pero son muchas las áreas de la personalidad humana que la genética y con ella el ADN no pueden abarcar.
Tu fuerza física: ¿Es un regalo genético?, que puede ser, ¿O es el resultado de un trabajo en gimnasio, a base de método y sacrificio, fruto de una decisión personal? Tu agresividad: ¿Es un problema hormonal?, que pudiese ser ¿O es una alteración de tus hormonas por tu reacción violenta y emocional ante lo que percibes no controlar?
Creo que las “ciencias naturales” y las “ciencias sociales” no son excluyentes sino todo lo contrario, pero mientras que la genética nos viene dada y salvo que por cirugía, o pocos métodos más, podríamos modificar algunos aspectos que nos pueden influir negativamente, no sucede lo mismo en el terreno emocional, y sin afirmar que sea fácil, lo que digo es que es posible.
En mi opinión hay tres estratos en el desarrollo de la persona que no conviene olvidar:
En primer lugar y como no puede ser de otra manera encontraremos el ADN como herencia genética, algo que puede condicionar nuestro comportamiento social, pero ya hemos superado que la evolución solo pueda ser mediante la evolución generativa, el cambio y desarrollo personal son posibles a iniciativa individual.
Las puertas del segundo estrato nos las abren la comunicación y el aprendizaje, las personas actuamos en función del significado que atribuimos, y otros atribuyen, a nuestras acciones y a las situaciones en las que podemos llegar a encontrarnos. Y desde luego esto no es exclusivamente biológico, pues no solo influyen nuestras referencias sino las ajenas.
El tercero es consecuencia directa de nuestra propia elección, que sin duda vendrá condicionada por nuestras creencias y por las experiencias vividas así como de la gestión que de ellas hayamos hecho; la persona es responsable de sus decisiones, acciones y omisiones.
Si en el primer estrato las herencias genéticas son de primer orden, en el segundo conviven con las emociones que experimentas y es en el tercer estrato es donde decides si eres lo que quieres y podrías ser.

miércoles, 27 de marzo de 2013

EL PATRIMONIO INTERIOR



Siempre es posible engrandecer o enriquecer el interior de la persona, incluso en una sociedad superficial y frívola atacada por el virus del consumismo y espoleada por múltiples mecanismos publicitarios, que como una fragua parecen pretender forjar una sociedad monetizada e insatisfecha, sin mayor objetivo que incentivar el deseo permanente.
Tal vez mi idea sobre la riqueza interior pueda entenderse como romántica, incluso tópica, pero aun siendo así no me preocupa, mi convencimiento sobre la importancia de cultivar la esencia más propia e íntima es lo suficientemente poderosa como para no desistir de ella.
Se trata de una riqueza independiente del caudal dinerario que se posea y es que, riqueza interior es ser coherente con lo que somos y estar comprometidos con lo que queremos ser, en nuestra riqueza interior debe haber: sencillez, gratitud, libertad, alegría y todo aquello que contribuye a enfrentarnos a nuestros temores y a extraer el máximo aprendizaje de nuestras experiencias.
Es conveniente asumir que todo con lo que sueñas, aquello que forma parte de tus anhelos, de una manera u otra también son parte de tu realidad y que se conviertan en riqueza o miseria depende fundamentalmente de ti, pues no depende de cómo se concreten sino de cómo te afecten.
Precaución y especial atención merecen aquellos sueños que pergeñamos despiertos, sobre todo si lo hacemos con insistencia pertinaz, incluso con avidez u obsesión, pero sobre todo si apuntamos a metas desmesuradas, los sueños a veces limitan con fantasías inalcanzables y estas suelen generar frustración.
Soñamos con ser, soñamos con tener, soñamos y soñamos, una y otra vez soñamos pero generalmente lo hacemos en relación a nuestra perspectiva externa, a la imagen que nos gustaría fuese la que los demás perciben de nosotros y nos olvidamos de la profundidad de visión ajena; creemos que nuestro interior nos pertenece en exclusiva a nosotros y que somos opacos hacia dentro, pero esto no es cierto, los demás ven aspectos nuestros que ni imaginamos, incluso aspectos de los que a veces no somos conscientes:
Resulta que me considero gracioso y divertido, mientras que para la mayoría de las personas soy “un plasta”; me autodefino como un erudito o conocedor de cualquier tema del que se hable, mientras que para la mayoría soy “un inaguantable sabelotodo”; sueño y cuido mi exterior pero desconozco o descuido mi interior.
Nuestro interior nos busca y envía señales permanentemente, pero, lamentablemente en la mayoría de los casos las obviamos o nos pasan desapercibidas por estar demasiado ocupados en maquillar o mejorar nuestro exterior. Cuando realmente comprendamos que lo que está por fuera no siempre muestra lo que está por dentro estaremos entrando en el terreno de la autenticidad, podremos presentarnos ante los demás y ante nosotros mismos de forma genuina.
La frecuente artificiosidad de nuestro mundo exterior suele terminar confundiéndonos con alguna que otra sorpresa, a la vez que la negación o descuido de nuestra realidad interior nos privará del uso eficiente de nuestros más potentes recursos, los que sin ningún tipo de duda componen nuestro verdadero patrimonio interno.
El verdadero sosiego y la pretendida felicidad pasan por lograr una estrecha armonía entre el mundo exterior y el mundo interior.

domingo, 24 de marzo de 2013

INTIMIDAD, EL CINCEL DE NUESTRA IDENTIDAD



La intimidad es el aspecto más personal y privado del ser humano, es un derecho fundamental que en muchos países es protegido incluso “constitucionalmente” y que otorga a la persona un espacio de privacidad en el que se contienen comportamientos, acciones, expresiones y valores que no se desea pasen a formar parte del dominio público.
Pero en un ámbito, tal vez más místico, podríamos hablar de la zona espiritual íntima de una persona. Esta acepción de intimidad comienza por no tener miedo ni a la soledad ni al silencio ¡Soledad hacia fuera y silencio hacia dentro! Una y otro son el abono preciso para un adecuado desarrollo de vida interior, pero hacerlo tiene una gran dificultad a vencer, te coloca frente a ti mismo, sin testigos y ante la posible tentación del autoengaño, una ayudita a sentirte mejor, al fin y al cabo nadie se va a enterar.
La verdadera intimidad nos permite una sincera conexión con nosotros mismos y, si como afirmaban grandes humanistas la clave de todo está en el interior de la persona, dicha conexión nos pone en contacto directo con nuestra verdadera identidad, con nuestro “ese soy yo”, lo que exige de fuertes dosis de voluntad y determinación pues no es menos cierto que no siempre es de nuestra satisfacción lo que vemos al mirar hacia dentro.
Creo que la intimidad es la única y verdadera puerta hacia “el saber”, que establece una sensible distancia con respecto al conocimiento; conocer es un aprendizaje que proviene de aspectos externos a nosotros, son datos sobre cómo son las cosas pero no modifican nuestro comportamiento si no damos un paso más, ese paso supone atravesar el umbral de la intimidad, transformar el conocimiento teórico en un conocimiento práctico que nos dicta como deseamos hacer esas cosas.
Los verdaderos motores de nuestra conducta surgen de nuestro interior y a ellos solo llegamos mediante la intimidad, esto es lo único que nos hace realmente fuertes, la solución no es disfrazar lo que hemos descubierto de nosotros que no nos gusta o que nos incomoda, la solución es qué y cómo modificarlo, se trata de hacer prevalecer el “ese soy yo” frente al “así me muestro yo”.
Las cosas realmente importantes de tu vida te sucederán desde ti, no las esperes desde fuera, cuida tus energías, tus metas, tus motivaciones, tu felicidad…; la mejora de nuestra capacidad de reflexión y con ella la de relacionarnos con los demás se encuentra en estrecha relación con nuestra capacidad de reconocer y aprovechar nuestra intimidad.
En la actualidad, probablemente a consecuencia de la proliferación de las redes sociales, se vive un episodio opuesto y son múltiples las personas que desean compartir detalles de su intimidad, sin reparos, enajenando o publicitando aspectos sobre sí mismos, costumbres, gustos, fotografías, forma de vida, etc. La cuestión es que esta información voluntaria se vende como una apertura de la privacidad, pero lo que ofrece es una “realidad virtual” y aquí se abren dos caminos: O estamos mostrando lo que nos gustaría ser y no lo que somos o estamos concediendo permiso a la invasión personal.
Conviene recordar que la verdadera intimidad requiere de soledad y silencio, que ha de ser reservada para uno mismo, la vida interior no se muestra con información, ha de ser canalizada y expuesta en forma de ser y actuar. No obstante, dado que el ser humano también descubrió hace tiempo la falta de escrúpulos, las nuevas tecnologías parecen exigir un repaso de la legislación relativa a la privacidad, sea en el ámbito que sea.

miércoles, 20 de marzo de 2013

¿PERSUASIÓN O MANIPULACIÓN?



La comunicación no solo es necesaria sino inevitable, ¡carecemos de la facultad de “no comunicar”, siempre lo hacemos! Y dado que sabemos que cuando comunicamos, en mayor o menor medida influimos en los demás, no es posible no influir; cae por tanto bajo nuestra responsabilidad elegir la forma en que decidimos hacerlo; dueños y señores de nuestra decisión también somos acreedores de las consecuencias que nos pueda reportar.
La persuasión con demasiada frecuencia se relaciona o vincula con la manipulación y aunque puedo llegar a admitir cierta coincidencia en destino, niego su paralelismo en el proceso o medios utilizados para alcanzarlo. Es cierto que ambas posturas procuran inducir o promover hacia una creencia o hacia la decisión de hacer algo, pero mientras la persuasión lo persigue mediante argumentos y razones, la manipulación lo pretende de forma habilidosa y a veces con medios arteros y distorsión de la verdad al servicio de un interés particular.
Un diálogo persuasivo posibilita el desplazamiento de nuestro interlocutor a posiciones más flexibles, a nuevos y diferentes puntos de vista, a considerar lo que hasta ese momento no había considerado, para ello hemos de fundamentar nuestro diálogo en hacer preguntas en lugar de afirmaciones, preguntas sencillas y estructuradas de forma sucesiva y coherente; en palabras de Blaise Pascal: “Se persuade uno mejor con las razones que haya por sí mismo que con aquellas que provienen de otros”.
El perfil del diálogo persuasivo ha de ser riguroso aunque no rígido, y sin olvidar la “gran regla de oro”: Cada no más de tres preguntas es preciso parafrasear las respuestas del interlocutor de tal forma que le permita reconocer como cierta nuestra paráfrasis, sí no es así aparecerá un “NO” lo que resulta ser una señal de que el ritmo o la dirección no son adecuados, recuperar de nuevo la sintonía requiere volver a formular preguntas, escuchar atentamente las respuestas y reconstruir nuestra paráfrasis hasta que el acuerdo de nuestro interlocutor sea manifiesto.
Se trata de favorecer la construcción de convicciones a través de preguntas formuladas con acierto y no a base de contra-afirmaciones como si estuviésemos disputando un partido de tenis, es preciso que el interlocutor sienta que está alcanzando conclusiones propias o compartidas pero en ningún caso impuestas.
No seguir las pautas del diálogo persuasivo nos llevaría a cruzar la delgada línea roja que separa la persuasión de la manipulación, con lo que estaremos sustituyendo la preocupación por mostrar posibles y diferentes horizontes, por la de que sea el nuestro el único horizonte deseable. Persuadir es ayudar, lo que no deslegitima obtener un beneficio propio. Manipular es alcanzar un beneficio propio como único fin, incluso en perjuicio de quién nos lo proporciona.
Conozco defensores de la manipulación, que la disfrazan de habilidad para convencer, habilidad que yo digo es para “vencer” y, aunque no niego que puede proporcionar los resultados pretendidos en el corto plazo, más tarde o temprano el manipulado sentirá la traición y romperá con el vínculo de confianza que otorgó, confianza que no resultará nada fácil de recomponer, por no decir imposible.
La pregunta es ¿Cuándo dialogas con posibles clientes, con tus hijos, con tu pareja o con cualquier persona, persigues un triunfo inmediato de tu ego o una relación estable? Tu respuesta es una decisión y tu decisión es un método: ¡Manipulación o persuasión!

domingo, 17 de marzo de 2013

EL SECRETO INDISCRETO



Un secreto es algo que se tiene celosamente reservado y oculto, al menos eso es lo que dice la teoría y se supone que no deja de serlo cuando se comparte de forma restringida y controlada, sin embargo hay teorías que dicen que: “Para guardar un secreto se necesita de dos. Para que todos se enteren, de tres…”
Razonablemente cualquier persona alberga algún o algunos secretos; miedos, frustraciones, creencias y varias razones más son catálogo suficiente para motivar el deseo de preferir mantener ocultas ciertas emociones que evitamos exteriorizar, otra razón puede residir en el hecho de creer que estamos en posesión de una información que si la desvelamos pudiera resultar nociva para nosotros mismos o para otros.
Otro aspecto del secreto es su bidireccionalidad, es decir, hay secretos propios y secretos ajenos, aspectos que decidimos compartir y otros que alguien decide compartir con nosotros, pero ambos, aunque por razones muy diferentes acaban influyendo en nuestra vida, pues siempre junto a un secreto emerge una presión emocional.
Cuando ponemos en manos de otros un secreto, tarde o temprano termina aflorando cierta inquietud o miedo ante la posibilidad de que deje de serlo y pueda terminar siendo una noticia, algo de dominio público, incluso que nos haga arrepentirnos de haberlo compartido, puede que ese temor, esa incertidumbre y ese arrepentimiento, es lo que posiblemente llevó a François de la Rochefoucauld a sentenciar: “¿Cómo pretendes que otro guarde tu secreto si tú mismo, al confiárselo, no lo has sabido guardar?
¿Pero qué sucede cuando somos nosotros los que custodiamos el secreto de otro? Como una olla a presión sentimos un cierto hermetismo agobiante e interno que nos oprime y necesitamos liberar cierta masa de vapor, esto nos puede llevar a confiar ese secreto a un tercero y peor aun a un cuarto. Y deberíamos tener en cuenta que los que nos escucharon lo van a seguir compartiendo en su entorno, esto inicia una cadena sin marcha atrás, una dinámica que convierte un secreto en “Un secreto a voces”.
Un secreto compartido defectuosamente o mal interpretado, generará rumores que en su mayoría serán infundados o dañinos, pero peor aun si se convierten en arma arrojadiza de quienes entienden poder saldar, con ellos, cuentas pendientes, cuentas que suelen brotar desde una admiración abortada y transmutada en envidia renegada.
El mundo de los secretos tiene dos dimensiones; el de los propios que no deseamos sean conocidos y el de los demás que nos provoca cierto morbo: ¿Qué hay detrás de eso? ¿Qué es lo que no dice? ¿Qué…? ¿Qué…? Y siempre y tras estas preguntas puede estar presente la presunción o que aquello fuera como nos gustaría que fuera.
Ser poseedor de un secreto, propio o compartido, es un reto para nuestra capacidad emocional, cuanto más trascendental consideremos el secreto y la necesidad de preservarlo, mayor será dicha carga emocional, incluso física, que afectará a la capacidad de nuestras relaciones interpersonales, supondrá una servidumbre que nos acompañará en nuestras relaciones.
Todo secreto exige de una práctica apropiada para compartir, lo que demanda una capacidad adecuada de comunicación; elemento básico que no siempre cuidamos suficientemente, escuchamos lo que nos apetece y transmitimos lo que creemos que nos conviene.
¡Yo hoy lo tengo claro!: Si creo ser el poseedor de un secreto lo reservo exclusivamente para mí y si alguien decide hacerme partícipe de un secreto, renuncio a tal privilegio, brindo mi comprensión y apoyo pero declino conocerlo.
Pero… ¡Chissshhhhh!... ¡Esto es un secreto!