RICOBLOG

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miércoles, 28 de marzo de 2012

REC 5. ¿PREOCUPARSE U OCUPARSE?


Cuando nos dejamos atrapar por la preocupación nos hacemos permeables a todo tipo de amenazas y consecuencias aciagas, no vemos opciones satisfactorias lo que entorpece o impide nuestra toma de decisiones, condenándonos a una especie de círculo vicioso.
Cuando nos ocupamos de algo lo hacemos desde la acción y al amparo de nuestro esfuerzo, para propiciar oportunidades y soluciones.
En definitiva, cuando nos preocupamos vivimos como un problema lo que nos acontece o podría acontecer, mientras que, cuando nos ocupamos transformamos un problema en un reto.
Esto es lo que nos lleva a la divergencia entre preocuparse y ocuparse, que no es otra que la gran diferencia de estado de ánimo que se nos genera en uno u otro caso.
¿Te ocupas o te preocupas?...

domingo, 25 de marzo de 2012

PERSONALIDAD Y REPUTACION ¿QUÉ HACE A QUE?


Nada de lo que una persona piensa o siente puede ser tratado por ciencia alguna en términos absolutos, pertenecen a un ámbito en el que no cabe la unanimidad, son múltiples las variables que condicionan como pensamos y sentimos cada uno de nosotros, esto nos sitúa en el terreno de las percepciones, es decir, pasamos al mundo de la interpretación y lectura de los hechos que observamos; la realidad de unos no es coincidente con la de otros, la realidad de cada uno se sustenta en cómo ve las cosas y este “como ve…” se nutre de los conocimientos y experiencias individuales.
Desde esta premisa me propongo abordar los términos “personalidad” y “reputación”. El afamado autor de múltiples libros de autoayuda Dale Carnegie, dijo: “Preocúpate más por tu carácter que por tu reputación. Tu carácter es lo que realmente eres, mientras que tu reputación es solo lo que otros creen que tú eres”.
El carácter define tu personalidad y alude a aquello que individualiza el modo de ser de cada persona en particular y es fruto del aprendizaje social. Es el escaparate en el que exponemos los hábitos de comportamiento que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida.
La base de nuestra reputación (y que coloquialmente también llamamos fama o prestigio) está en lo que proyectamos y aunque pueda llegar a ser una aproximación a la realidad, suele o puede comportarse como un espejo borroso que puede distorsionar tanto nuestras virtudes como defectos. Sin embargo, también puede suceder que no conozcamos con exactitud cuál es nuestra reputación ya que aunque nace en lo que hacemos y decimos, crece en función de los demás y desde luego no siempre somos conscientes de lo que opinan sobre nosotros.
Por tanto, la reputación es como una sombra que nos sigue, es un elemento más en el camino de nuestra superación en el que encontramos buenos y malos momentos; en todos ellos ponemos en juego nuestras actitudes innatas, pero haremos mal si olvidamos que también tenemos la facultad de modelar nuestra personalidad y adaptar nuestras conductas a las diferentes situaciones ante las que nos encontremos, es aquí donde entra en escena el aprendizaje, el único motor del cambio y por ello la única posibilidad de modelar nuestra personalidad.
Y no debiéramos olvidar que uno de los problemas que nos encontramos con frecuencia en el camino de la superación personal es la importancia extrema que le damos a que nuestro “cambio” sea evidente para los demás. Admito que lo que otros puedan pensar sobre nosotros puede llevarnos a desarrollar conductas limitantes, por eso hemos de discernir entre tener un buen carácter o personalidad y una buena reputación. En mi opinión esta dicotomía solo tiene una solución favorable y es que más importante que crecer como persona ante los demás, que lo es, es fundamental crecer ante uno mismo.
Es cierto que de todo se puede aprender, con mayor o menor precio personal, pero creo que la reputación que nos otorgan los demás no es la fuente ideal de la que inferir aprendizaje, nos puede conducir a la duda, a la confusión e incluso al temor de no ser para los demás como nos gustaría que nos vieran. Sin embargo, pienso que el aprendizaje puede determinar nuestra reputación al ayudarnos a forjar nuestro carácter o personalidad y lo hará desde nuestra autenticidad, que solo será tal si con ella nos sentimos cómodos.
Si tomamos la “Ricura” de esta Semana de Stephen Covey que dijo: “Primero formamos nuestros hábitos, luego nuestros hábitos nos forman a nosotros”, la primera parte de la frase estaría hablando de nuestro aprendizaje y la segunda sería determinante de nuestra reputación.
Exprimir toda situación ante la que nos encontremos, para extraer el máximo jugo posible a nuestros conocimientos y experiencias, fortalecerá nuestro aprendizaje y contribuirá a moldear nuestra personalidad y si lo hacemos de forma positiva, con rectitud, firmeza, honestidad y humildad, la buena reputación vendrá sola.

miércoles, 21 de marzo de 2012

REC 4. ¿ERROR O FRACASO?


Siempre ha existido el cambio pero hoy se produce a una velocidad que a veces da vértigo, sobre todo porque el cambio exige aprendizaje y este es un proceso asociado a la posibilidad de cometer errores.
En una sociedad tan enfocada a resultados podemos llegar a confundir error con fracaso, lo que nos penaliza. La equiparación de error con fracaso es una creencia limitante con claras consecuencias: Miedo a probar cosas nuevas refugiándonos en el “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Evitamos por todos los medios equivocarnos y si lo hacemos procuramos ocultarlo o nos justificamos, incluso de manera bastante “peregrina”. Las emociones más asociadas a esta equiparación son: miedo, desconfianza, e irritabilidad, y nos empuja a juzgar negativamente nuestros errores y los de los demás.
El antídoto para todo ello es considerar que tras el error siempre hay una oportunidad de mejora, eso nos permite sustituir un sentimiento de culpa por el de responsabilidad. Thomas A. Edison realizó más de mil intentos en la invención de la bombilla, cuando le preguntaron cómo pudo afrontar tantos fracasos, respondió: “No son fracasos, hemos aprendido más de mil formas diferentes de cómo no se debe hacer una bombilla”.
Y tú, ¿Te equivocas o fracasas?...

domingo, 18 de marzo de 2012

ASERTIVIDAD, UN CAMINO AUTÉNTICO


Me gustaría dejar claro que soy un respetuoso usuario del diccionario de la RAE aunque debo confesar que a veces me sorprende; entre sus miles y miles de entradas, que no he sido capaz de cifrar concretamente, se encuentran cientos de términos que nunca hemos utilizado y que desconocemos su significado o que hemos oído alguna vez pero nos veríamos ante serias dificultades para verbalizar su acepción, sirvan como ejemplo: “cascabullo” (cúpula de la bellota) o “argamula” (lengua de buey), sin embargo echo en falta algunos términos, uno muy claro podría ser la palabra “asertividad”, no incluida en el diccionario aunque sí en los correctores de los diferentes programas de tratamiento de textos; una palabra que desde hace años no resulta nada novedosa y es de gran utilidad en el ámbito de las relaciones interpersonales y la comunicación.
Al no figurar en el diccionario de la RAE la palabra asertividad, ¿Su uso es incorrecto? La verdad es que en el diccionario podemos encontrar el término “asertivo” el cual define como “afirmativo”, lo que significa siguiendo el diccionario “dar algo por cierto” y esto se me queda muy corto para mi concepto de asertividad, salvo que aplique la afirmación de la certeza de algo a una conducta más que a una expresión o testimonio; tal vez porque yo entiendo la asertividad como un comportamiento comunicacional que se sitúa entra dos conductas polares como la agresividad y la sumisión, se trata de la capacidad de expresar las convicciones propias sin agredir ni someterse, y eso no siempre tiene que ser “afirmativo” pues la defensa de nuestra convicción nos puede llevar a afirmar o a negar.
Podríamos decir que la falta de definición académica del término, posibilita la existencia de múltiples definiciones, aunque en mi opinión la mayoría son convergentes y coinciden en que la asertividad ha de consistir en una forma de comunicación (verbal o no verbal) consciente, congruente y sobre todo equilibrada, en defensa de los derechos propios, sin intención de herir o perjudicar y desde un estado interior de autoconfianza.
Curiosamente hay un determinado perfil de persona que se considera asertiva bajo la bandera de “YO DIGO SIEMPRE LO QUE PIENSO”. Pero… ¿Qué hace diferente al asertivo de este tipo de personas? Hay muchas y grandes diferencias, entre otras:
El asertivo analiza las consecuencias de sus actos, evitando situaciones no deseadas.
El asertivo se centra en la solución y no en el problema. Mientras que la solución es futuro, el problema una vez analizado pertenece al pasado.
El asertivo mediante el respeto refleja la aceptación del otro, lejos de la confrontación.
El asertivo trata de gestionar sus emociones y actuar con templanza, controlando sus impulsos.
El asertivo es coherente con sus palabras, sus hechos y los compromisos que adquiere al pronunciarse.
El asertivo siempre está abierto al aprendizaje.
Tampoco hemos de caer en el error fácil de entender que la asertividad nos hace dueños de la razón y poseedores de la verdad, una persona asertiva también se puede equivocar, pero su error no le priva de ser una persona que contribuye positivamente al proceso de comunicación, aunque para ello debe proveerse de una cualidad más que podríamos denominar “explicación útil” consistente en proporcionar una explicación exenta de justificaciones, al entender que ha podido incumplir alguna acción o compromiso y si es preciso junto al ofrecimiento de una reparación.
Estoy seguro que no existe ningún nivel de asertividad que resulte infalible, pero siempre nos ayudará en todo proceso de comunicación mediante una conducta razonable y dialogante, propiciando la búsqueda de las soluciones más acertadas posibles. Desde una auténtica asertividad se posee la capacidad de expresar lo que se piensa, lo que se opina y lo que se siente, sin dañar los derechos y autoestima de los demás, evitando cualquier tipo de ofensa o menosprecio.

miércoles, 14 de marzo de 2012

REC 3. ¿DOLOR O SUFRIMIENTO?


Creo que nos ayudaría distinguir entre, “Dolor” como una sensación aflictiva de una parte del cuerpo provocada por causas internas o externas, y “Sufrimiento” como sentimiento de congoja provocado por la interpretación de lo que nos sucede o nos puede suceder.
El dolor siempre es susceptible de provocarnos sufrimiento, pero el sufrimiento podemos gestionarlo para mitigar el dolor. En ocasiones sufrimos porque anticipamos que algo nos va a hacer daño, porque tenemos miedo al dolor incluso por hechos que nunca nos sucederán.
No se trata de caer en la ingenuidad de eliminar el sufrimiento, pero si somos capaces de modificar nuestras conversaciones internas, si filtramos de forma reflexiva nuestra percepción de los hechos, sucedidos o probables, tal vez podamos eliminar algunas adversidades de nuestra vida.
¿Qué te hace sufrir?...